«Aunque Chancay y los corredores bioceánicos persiguen propósitos distintos, podrían coexistir como proyectos complementarios. Chancay operaría principalmente como un enlace marítimo directo con China, mientras que los corredores bioceánicos conectarían grandes economías sudamericanas, fortaleciendo su integración regional.»
Antecedentes
El Puerto de Chancay, ubicado en la costa central de Perú, a unos 80 kilómetros al norte de Lima, ha captado la atención internacional no solo por su envergadura, sino también por su relevancia en las dinámicas económicas y geopolíticas del Pacífico. Este megaproyecto no solo promete transformar el comercio marítimo en Sudamérica, sino que se erige como un punto clave en la expansión global de la iniciativa china de la Nueva Ruta de la Seda.
Origen e impulsores de la iniciativa
La idea del Puerto de Chancay surgió a principios de la década de 2010 como parte de los esfuerzos peruanos por diversificar y modernizar su infraestructura portuaria. Sin embargo, fue en 2019 cuando el proyecto cobró verdadero impulso, gracias a la inversión de Cosco Shipping Ports, una de las mayores empresas estatales de China. Con una inversión inicial estimada en $1,300 millones, esta alianza estratégica entre Cosco y la peruana Volcan Compañía Minera marcó el inicio de una obra ambiciosa, diseñada para competir con los principales puertos de Sudamérica, como el puerto de Callao en Perú y el puerto de Valparaíso en Chile.
Relevancia geopolítica para Perú
El Puerto de Chancay tiene el potencial de convertir a Perú en un eje logístico clave para el comercio entre Asia y Sudamérica. Su ubicación estratégica permite reducir tiempos y costos de transporte para mercancías provenientes de China y otros mercados asiáticos, consolidando a Perú como una puerta de entrada para el comercio regional. Además, el proyecto incluye instalaciones de última generación, como un túnel subterráneo de 1.8 kilómetros para el traslado de carga, lo que refuerza su competitividad.
En términos geopolíticos, Chancay refuerza el papel de Perú en el comercio transpacífico y le otorga una posición destacada dentro de los corredores económicos impulsados por China. Esto no solo beneficia al país en términos económicos, sino que también fortalece sus lazos con China, el principal socio comercial de Perú.
Impacto en Chile y la competencia regional
La construcción del Puerto de Chancay no ha pasado desapercibida en Chile, que históricamente ha sido un líder regional en infraestructura portuaria gracias a puertos como Valparaíso y San Antonio. La competencia que plantea Chancay podría desviar parte del flujo comercial que actualmente transita por los puertos chilenos, afectando su posición como hub logístico en Sudamérica.
Chile ha respondido a este desafío con planes para modernizar y expandir sus propios puertos, lo que demuestra la creciente rivalidad entre ambos países por atraer comercio internacional. Sin embargo, Chancay podría tener ventaja al estar directamente vinculado a la Nueva Ruta de la Seda, un factor que asegura una conexión sólida con el mercado asiático.
El Puerto de Chancay dentro de la Nueva Ruta de la Seda
La inversión de Cosco Shipping en Chancay es un claro ejemplo de cómo China expande su influencia económica y estratégica a través de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (Belt and Road Initiative). Al desarrollar infraestructura crítica en Sudamérica, China asegura rutas comerciales más eficientes y consolida su presencia en mercados emergentes.
Chancay no solo es un proyecto portuario; es un nodo dentro de un sistema global interconectado. Este puerto facilita el flujo de mercancías chinas hacia América Latina, reforzando la dependencia comercial de la región hacia China. Además, su desarrollo permite a Beijing ejercer un control indirecto sobre las cadenas de suministro y las dinámicas comerciales en el Pacífico.
La opinión de Estados Unidos
El creciente involucramiento de China en la infraestructura de América Latina, incluido el Puerto de Chancay, ha generado preocupación en Washington. Para Estados Unidos, proyectos como este representan un desafío a su influencia tradicional en la región. En diversos foros, funcionarios estadounidenses han señalado los riesgos de permitir que China controle infraestructura estratégica, argumentando que podría traducirse en una dependencia económica y una eventual influencia política.
En respuesta, Estados Unidos ha buscado reforzar su presencia económica en América Latina a través de iniciativas como América Crece, un programa diseñado para fomentar la inversión privada en infraestructura. Sin embargo, estos esfuerzos han quedado eclipsados por la magnitud y rapidez de las inversiones chinas.
Nicolás Romero
«Estamos ante un contexto global donde China, con Xi Jinping como figura central, se posiciona como un actor estratégico que no solo marca líneas rojas a Estados Unidos, sino que amplía su influencia en Latinoamérica. Un ejemplo concreto es el megaproyecto del puerto de Chancay en Perú. Este proyecto, financiado en un 60% por capital chino y el 40% restante por inversión privada peruana, tiene una relevancia geopolítica innegable. La aspiración de este puerto es ambiciosa: convertirse en el punto de entrada para el 50% del comercio entre Asia y Sudamérica, integrándose además a la Ruta de la Seda. No estamos hablando solo de un puerto, sino de un nodo clave en la infraestructura comercial global.
Históricamente, el control de las salidas al océano Pacífico ha sido decisivo para la dinámica del poder económico en nuestra región. El ejemplo del siglo XIX es claro: tras la retirada española, el Imperio Británico apoyó a Chile en la Guerra del Pacífico, consolidando su control sobre el salitre y bloqueando la salida marítima de Bolivia. Esta estrategia definió no solo el subdesarrollo boliviano, sino también la hegemonía chilena en el cono sur. Más tarde, con el cambio de actores imperiales, Estados Unidos asumió ese rol, desplazando el interés por el salitre hacia recursos como el cobre.
Sin embargo, estamos en un momento histórico donde la hegemonía norteamericana muestra signos de declive, y China emerge como el principal socio comercial de países como Chile, Perú y Colombia. En este contexto, la consolidación de Perú como un eje de conexión con China, gracias al puerto de Chancay, representa un desafío directo a la capacidad de Chile para liderar el comercio con el gigante asiático. La respuesta norteamericana ya se empieza a vislumbrar con iniciativas como el apoyo al puerto de San Antonio en Chile, un intento de contrarrestar el avance chino.
Además, este proyecto del puerto de Chancay tiene paralelismos con otras iniciativas estratégicas como el canal interoceánico de Nicaragua, que buscaba competir con el Canal de Panamá y cuya viabilidad fue interrumpida por tensiones geopolíticas. En Sudamérica, el Corredor Vial Bioceánico, que conecta Brasil, Paraguay y Argentina con los mercados del Asia-Pacífico, es otro ejemplo de cómo se están configurando nuevas rutas comerciales para potenciar las economías regionales.
Querido Hugo, estas dinámicas ponen en evidencia cómo la élite chilena parece estar más centrada en luchas políticas internas, como las acusaciones constitucionales contra Boric, descuidando temas estratégicos de largo plazo. Queda por ver si Chile puede articular una respuesta eficaz para mantenerse relevante frente a un Perú que avanza con paso firme en su integración con China. En este contexto, ¿qué futuro tienen iniciativas como el Corredor Bioceánico y cómo impactarán estas transformaciones en el desarrollo de regiones como Iquique, clave para el norte de Chile?»
Hugo Gutiérrez
La iniciativa global que propone la República Popular China, conocida como la Franja y la Ruta, busca conectar al mundo a través de una red económica integral de transporte terrestre, marítimo y aéreo. Este ambicioso proyecto aspira a generar un comercio global donde todos los países participen como socios iguales en una lógica de «ganar-ganar». Según China, la intención no es que un país pierda para que otro gane, sino que ambos salgan beneficiados, contrastando directamente con las prácticas tradicionales estadounidenses.
Un ejemplo de esta diferencia radica en la transferencia tecnológica. Mientras Estados Unidos exporta maquinaria como tractores o aviones sin compartir la tecnología necesaria para fabricarlos, China ofrece a sus socios la posibilidad de adquirir no solo los productos, sino también el conocimiento para replicarlos y producir sus propios componentes, promoviendo un desarrollo económico independiente.
En términos geopolíticos, la Franja y la Ruta ha avanzado en Asia y África, enfrentándose a desafíos en Europa y América Latina. Por ejemplo, la guerra en Ucrania se interpreta como una estrategia de contención estadounidense para frenar la cooperación económica entre Europa, China y Rusia. En nuestra región, Estados Unidos ha adoptado una postura de rechazo hacia proyectos como el puerto de Chancay, en Perú, al considerarlos una amenaza para su seguridad nacional.
El puerto de Chancay, financiado mayoritariamente por capital chino, es una pieza clave de esta estrategia. Diseñado para reducir los tiempos de transporte marítimo en el Pacífico, concentra mercancías de países como Ecuador, Colombia, y Perú, aunque su impacto en los corredores bioceánicos es limitado debido a barreras geográficas como la cordillera de los Andes y la Amazonía. Esto lo distingue de proyectos en Chile que, por su ubicación, podrían servir como salida al Pacífico para Brasil, Argentina y otros países del Atlántico. Sin embargo, Estados Unidos ha bloqueado sistemáticamente la construcción de un megapuerto en Chile para evitar que estos corredores se materialicen.
Además, Estados Unidos ha restringido la entrada de China a sectores clave como la gran minería del cobre en Chile, utilizando estrategias políticas y medioambientales. En cambio, Perú permite una mayor presencia de empresas chinas en sus industrias mineras, lo que explica el interés de China en establecer un puerto estratégico allí. El golpe de Estado contra Pedro Castillo se ha relacionado con la incertidumbre de Estados Unidos respecto a la renovación de concesiones mineras, evidenciando cómo los intereses geopolíticos y económicos moldean los cambios políticos en la región.
En este contexto, la Franja y la Ruta no solo es una propuesta económica, sino también una herramienta geopolítica que desafía el modelo de dependencia histórica impulsado por Estados Unidos. Sin embargo, los riesgos de sabotaje o desestabilización permanecen, como ocurrió con el gasoducto Nord Stream en Europa, reforzando la necesidad de evaluar cómo estos proyectos se defienden frente a intereses opuestos.
Nicolás Romero
¿El megapuerto de Chancay es compatible con la construcción de un corredor bioceánico que conecte a Chile, Argentina, Brasil y Paraguay, o ambos proyectos son incompatibles?
Hugo Gutiérrez
El megapuerto de Chancay no necesariamente es incompatible con los corredores bioceánicos; sin embargo, su ubicación y diseño apuntan a objetivos diferentes. Este puerto, situado a 80 kilómetros al norte de Lima, está estratégicamente concebido para maximizar el comercio marítimo entre Perú y China, potenciando el transporte de mercancías tanto en contenedores como a granel. La inversión china en infraestructura ferroviaria en Perú duplicará la extensión actual de líneas férreas, alcanzando cerca de 4,000 kilómetros, lo que facilitará el traslado de mercancías hacia y desde Chancay.
En contraste, un corredor bioceánico que conecte los océanos Atlántico y Pacífico a través de Brasil, Argentina, Paraguay y Chile se enfrenta a desafíos geográficos significativos, como la Cordillera de los Andes y la Amazonía. Estos obstáculos hacen que un proyecto de esta magnitud sea complejo y costoso, y su viabilidad depende también de factores políticos y económicos.
China tiene un interés particular en Chancay como eje de su red comercial global, donde el puerto servirá como un nodo clave para conectar América Latina con el mercado asiático, especialmente Shanghái. Por otro lado, los corredores bioceánicos, de construirse, favorecerían la conexión terrestre entre Brasil, Argentina y los puertos chilenos en el Pacífico (Arica, Iquique, Antofagasta). Estos últimos están geográficamente mejor ubicados para facilitar las exportaciones de Brasil y Argentina hacia Asia, pero carecen de la magnitud y capacidad planificadas para Chancay.
Factores de Tensión Geopolítica: La falta de avance en los corredores bioceánicos también se debe a la influencia de Estados Unidos, que probablemente no permitirá que estos proyectos prosperen debido a sus propios intereses estratégicos en la región. En este sentido, el puerto de Chancay podría representar una competencia directa con cualquier megapuerto potencial en San Antonio, Chile, ya que este último podría presionar a países como Argentina y Brasil para desarrollar infraestructura que conecte con el Pacífico.
En conclusión, aunque Chancay y los corredores bioceánicos persiguen propósitos distintos, podrían coexistir como proyectos complementarios. Chancay operaría principalmente como un enlace marítimo directo con China, mientras que los corredores bioceánicos conectarían grandes economías sudamericanas, fortaleciendo su integración regional.
Fuente: revistadefrente.cl