«Este «Plan Cóndor 2.0» no es solo una cuestión de vigilancia y represión, sino una campaña para moldear la opinión pública a favor de un «orden» que permita a las élites mantener su dominio y garantizar el flujo de recursos hacia los centros de poder occidentales. La narrativa de la «mano dura» es esencial en esta estrategia, al instar a la población a respaldar políticas de seguridad que una vez que se implementan, atacan por igual al crimen organizado y a los pueblos que luchan en contra del sistema capitalista. Una sociedad ordenada por la bota militar y la manipulación medial del terror, permitiría en los sueños de los norteamericanos manejar de mejor manera el control de los recursos estratégicos y el cerco a los intereses de China en la región.»
El cono sur de América Latina enfrenta actualmente una serie de movimientos que pueden entenderse como parte de una estrategia regional de control geopolítico, especialmente impulsada por Estados Unidos. En los últimos años, ha habido una intensificación de la influencia estadounidense en esta zona, motivada por el interés en los recursos naturales estratégicos y el reposicionamiento de sus intereses militares. Este artículo explora el contexto, los objetivos y los métodos de lo que algunos analistas han denominado una «estrategia fascista» para asegurar el control sobre el cono sur.
Geopolítica de Recursos: El Triángulo del Litio y la Disputa por la Electromovilidad
Uno de los puntos clave de la estrategia estadounidense en la región es el interés por el «triángulo del litio», una zona que comprende Argentina, Chile y Bolivia, y donde se encuentran algunas de las mayores reservas mundiales de este mineral. El litio se ha convertido en un recurso estratégico en la carrera por la electromovilidad, con China y Estados Unidos en competencia directa para asegurar su acceso. La influencia en países como Argentina, bajo el liderazgo de Javier Milei, y en Chile con Gabriel Boric, muestra una alineación hacia intereses pro-occidentales. Esta subordinación a la estrategia estadounidense representa una apuesta geopolítica que puede no beneficiar a la región de la misma manera que lo haría una colaboración con China, que propone términos comerciales distintos.
Intervención Militar y Colonialismo Moderno: La Cumbre APEC y la Militarización
El enfoque militar en la región ha sido evidente, especialmente en la reciente autorización de Perú para la entrada de tropas estadounidenses durante la cumbre de la APEC, decisión que despierta alarmas sobre la soberanía. Bajo el gobierno de Dina Boluarte, tras la destitución de Pedro Castillo, la militarización ha sido un recurso constante para enfrentar protestas y descontento social. En Perú, el despliegue de militares en zonas urbanas para contener manifestaciones y el uso de fuerza letal han cobrado la vida de decenas de personas, recordando a muchos la represión sistemática de gobiernos autoritarios del pasado.
Esta dinámica se asemeja a un colonialismo moderno, donde la intervención de Estados Unidos se presenta como garantía de «seguridad», mientras que el verdadero propósito parece centrarse en mantener el control político y militar en una región que juega un papel estratégico para los intereses estadounidenses en el Pacífico y la Antártida.
El Retorno de una «Doctrina de Seguridad Nacional»: Paramilitarismo, Narcotráfico y el Control Geopolítico
La influencia estadounidense en Colombia es un ejemplo paradigmático de cómo el paramilitarismo y el narcotráfico pueden ser usados como herramientas de control geopolítico. Durante décadas, el gobierno estadounidense ha fomentado una colaboración que en muchas ocasiones ha sido ambivalente, especialmente en el contexto de la guerra contra el narcotráfico, que también ha servido como justificación para la intervención militar en la región.
En Chile, el caso del «Tren de Aragua» representa la influencia de grupos de crimen organizado que se han insertado en el país junto a la migración venezolana. Este fenómeno no es aislado y se vincula con una narrativa que busca sembrar miedo en la población y fomentar la demanda de políticas de «mano dura», como el modelo represivo del presidente salvadoreño Nayib Bukele.
Militarización Regional y Soberanía en Riesgo
Otro componente clave en la estrategia estadounidense es la creciente militarización de la región. Argentina, bajo el liderazgo de Milei, ya ha mostrado signos de una subordinación a los intereses de Estados Unidos, cediendo incluso áreas estratégicas como la Patagonia para ejercicios y bases de vigilancia. La cercanía de esta zona con la Antártida y sus posibles recursos naturales aumenta su relevancia geopolítica, y Estados Unidos ha aprovechado este posicionamiento para justificar una presencia militar sostenida en el cono sur. Paralelamente, se ha instalado una narrativa en los medios occidentales que acusa a Rusia de intenciones expansionistas en la Antártida, justificando así la vigilancia y el aumento de la presencia militar de Occidente en estas latitudes.
En Chile, el conflicto en la región del Wallmapu, donde comunidades mapuche luchan por sus derechos territoriales, ha sido tratado con un enfoque de militarización y represión, lo cual resuena con esta estrategia de «mano dura» para controlar cualquier movimiento que amenace los intereses nacionales o extranjeros en la región.
La «Colombianización» de la Región
La influencia de grupos paramilitares y del crimen organizado ha sido otra herramienta para desestabilizar la región, un proceso que muchos analistas han denominado la «colombianización» del cono sur. Este fenómeno no solo desestabiliza a países como Chile y Ecuador, sino que crea un entorno en el que el crimen organizado y la violencia se convierten en pretextos para la intervención militar y la implementación de políticas represivas. La derecha colombiana, estrechamente vinculada a intereses estadounidenses, ha jugado un papel en esta dinámica, promoviendo políticas que refuerzan la violencia estructural en la región.
Un sólo boton, el asesinado Teniente Ojeda, entraba y salía de Chile y Venezuela como «Pedro por su casa», entre 2017 y 2024. Sus ingresos irregulares a Venezuela ocurrían desde Cúcuta, la «caliente» frontera colombiana controlada por bandas de narcotráfico y donde se encuentra fuertemente instalado el uribismo.
Un «Plan Cóndor» Moderno
La convergencia de estos factores lleva a muchos observadores a hablar de una reedición del «Plan Cóndor», en el que la represión, la militarización y la injerencia extranjera vuelven a ser elementos clave para el control de la región. Si bien el contexto ha cambiado, la esencia de este plan modernizado sigue siendo la misma: asegurar que los intereses económicos y geopolíticos de Estados Unidos prevalezcan en el cono sur, limitando la influencia de China y de cualquier otro actor que ponga en riesgo este estatus.
Este «Plan Cóndor 2.0» no es solo una cuestión de vigilancia y represión, sino una campaña para moldear la opinión pública a favor de un «orden» que permita a las élites mantener su dominio y garantizar el flujo de recursos hacia los centros de poder occidentales. La narrativa de la «mano dura» es esencial en esta estrategia, al instar a la población a respaldar políticas de seguridad que una vez que se implementan, atacan por igual al crimen organizado y a los pueblos que luchan en contra del sistema capitalista. Una sociedad ordenada por la bota militar y la manipulación medial del terror, permitiría en los sueños de los norteamericanos manejar de mejor manera el control de los recursos estratégicos y el cerco a los intereses de China en la región.
La estrategia geopolítica que enfrenta el cono sur es compleja y multifacética, una combinación de intereses económicos, militares y políticos que se despliega en una era de competencia entre grandes potencias. Los países del cono sur se encuentran atrapados en una encrucijada, con una influencia estadounidense que presiona por asegurar sus intereses en recursos estratégicos y un incremento en la militarización regional que trae ecos del pasado.
Fuente: revistadefrente.cl