Por: Karina Ochoa Muñoz*
El 3 de agosto de 2024 se llevó a cabo en la Ciudad de México la clausura del curso internacional “Realidad política y electoral de América Latina”, organizado en colaboración con diversos institutos de formación política, entre ellos el Instituto Patria (Argentina) y el Instituto Nacional de Formación Política (INFP) de MORENA (México).
Foto: Cristina Fernández
La clausura estuvo a cargo de la expresidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner,
una personalidad de gran resonancia en América Latina. Durante su intervención presentó
un interesante recorrido sobre las diversas apuestas utópicas que se han construido en
América Latina desde el siglo XIX, situando la apuesta actual en lo que denominó: la
utopía por la justicia y la paz.
Cristina Fernández abordó algunos temas que vale la pena profundizar. Uno de
ellos es el relativo a cómo las políticas neoliberales se abrieron paso en nuestra región, al
mismo tiempo que las dictaduras militares iban perdiendo fuerza. Su planteamiento nos
recuerda la formulación de la feminista hondureña Breny Mendoza1
, quien señala que en
América Latina, durante la “década perdida” (80’), se instauraron democracias electorales
que ―si bien desplazaron a muchos de los regímenes militares constituidos entre la
década del 50’ y 70’― no constituyeron una ruptura con las lógicas que operaron durante
el periodo de las dictaduras. Todo lo contrario, los gobiernos “democráticos” dieron
apertura a las políticas neoliberales, y garantizaron su implementación en la mayoría de
los países latinoamericanos y caribeños, cumpliendo las funciones que antaño habían
tenido los regímenes militares.
Cristina señaló que, hasta antes de la década de los setenta, las dictaduras militares
fueron el eje rector de las estrategias para atacar y eliminar los proyectos de corte popular
nacionalista. Pero, vale decir, que dicha estrategia no será parte sustantiva de la embestida
que ―décadas más tarde― se encabezó contra los llamados gobiernos progresistas.
Tampoco olvidó señalar que Hugo Chávez, desde finales de la década de los 90’, se
convertiría en un referente fundamental de la oleada de gobiernos de izquierda en
suramérica, encabezados por: Luiz Inácio “Lula” da Silva en Brasil, Néstor Kirchner en
Argentina, Rafael Correa en Ecuador, Evo Morales en Bolivia y Fernando Lugo en
Paraguay.
Las nuevas estrategias de ataque a estos gobiernos pasaron por otro tipo de
características, Ya no se recurrió a golpes de carácter militar sino que se hizo uso de la
estructuras legales o legislativas para ejecutar los llamados golpes “blandos” (es decir,
parlamentarios o jurídicos), mismos que ―junto a campañas mediáticas sostenidas sobre
fake news (noticias falsas) y acciones de grupos de derechas (posicionados como
oposición y financiados por organismos vinculados a los EEUU)― intentaron
desestabilizar o ―directamente― derrocar a gobiernos no alineados al modelo del
neoliberalismo rapaz. Kirchner también señaló, atinadamente, que la excepción fue
Bolivia con el golpe militar contra el gobierno de Evo Morales en el año de 2019, donde
se recurrió al ejército para derrocar al exgobernante.
La contribución que ofrece Cristina es muy pertinente, pues nos ofrece pinceladas
de un panorama en nuestra América que resulta por demás complejo. La
contextualización histórico-política que hace nos ayuda a ubicar las disputas que se libran
en nuestra región continental. Pero aún más valeroso es el hecho de que se posicionara
frente a lo que está pasando hoy en Venezuela, reivindicando el proceso de continuidad
bolivariana que incomoda profundamente a Estados Unidos.
Por supuesto, no se le olvidó mencionar la posición geoestratégica que tiene
Venezuela, al encabezar la lista de países con mayores reservas petroleras a nivel global.
Pero, ¿por qué es tan importante Venezuela? Queda de manifiesto que lo que hoy está
sucediendo en la República Bolivariana de Venezuela es parte de las embestidas que se
han producido sistemáticamente contra los gobiernos alternativos o de corte progresista
en América Latina. Aunque también de las pugnas geopolíticas y financieras a escala
mundial. Cristina nos abre las puertas para esta reflexión, pero nos toca a nosotros
pofundizarla e ir más allá de lo postulado por la exmandataria. En ese sentido, se vuelve
necesario entender lo que ocurre en Venezuela a la luz de un escenario más vasto ―donde
se entrecruzan muchos hilos del entramado político nacional y global―, que van más allá
de las propias reglas procedimentales de las democracias electorales.
Sin duda, en Venezuela se rompe con varios mitos de las democracias de corte
occidental. Uno de ellos es el relativo a la “continuidad” y el “cambio” de los gobiernos
a través de las elecciones. Este mito se resquebraja cuando ponemos a Nicolás Maduro a
la par de Ángela Markel (que estuvo como canciller en Alemania durante 16 años
consecutivos) o junto a su predecesor Helmut Kohl (quien se mantuvo el mismo periodo
de tiempo en el máximo puesto del gobierno alemán). A ninguno de los exmandatarios
alemanes se les puso en cuestión por la temporalidad durante la que permanecieron a la
cabeza del gobierno de este país. Tampoco se les epitetó de dictadores o autócratas. La
pregunta que surge a continuación es: ¿por qué cuando se dan ―en América Latina― los
procesos de continuidad de proyectos de gobiernos de corte progresista o de izquierda
surgen las acusaciones de ser antidemocráticos o dictatoriales?
Algunos contestarían que, en realidad, lo que está en cuestión es la transparencia
de los procedimientos electorales, pero cuando se trata de proyectos que se no ciñen
plenamente a los mandatos del poder mundial, la lupa con las que hay que mirarlos nos
exige hacer también ubicaciones en el marco del mapa geopolítico mundial y regional,
por lo que es imposible restringir el análisis a lo meramente procedimental. Y es que, tal
como escribiría Luis Antonio Bigott en su libro Operación facista sobre Venezuela: “En
verdad el problema es otro. Al interior de la revolución geoestratégica2
, la élite
norteamericana sólo piensa en un mundo unipolar y condicionado por los Estados Unidos.
En el caso latinamericano el urgente y necesario control de la vía atlántica (Brasil-África
Occidental); las líneas de acceso y circulación en el Mar Caribe (esto explica las bases
militares en Aruba y Curaçao y la invasión a Haití); el control de la ruta de Cabo de
Hornos”3.
A ello habría que agregar el intento (fallido) de acceder a las mayores reservas
de petróleo que se encuentran en Venezuela.
Aunque, de cualquier forma, tampoco podemos dejar de lado las tensiones que se
generan en el campo abierto por la pugna electoral, ya que es donde se esta apostando por
abrir las fisuras para resquebrajar a los gobiernos no alineados, allí donde los intentos de
golpes de estado (militares o constitucionales/jurícos) no han tenido éxito.
Así que el conflicto actual en Venezuela deberá ser leido en los instersticios entre
las disputas electorales-procedimentales y las embestidas de corte económico, mediático
y social (me refiero específicamente a las acciones promovidas por grupos de choque o
sectores de derecha que buscan generar desestabilización social), todas estas como parte
de una estrategia que apuesta por desbancar o eliminar cualquier otra alternativa que que
esté por fuera de los proyectos hegemónicos resultantes de la revolución geoestratégica
de la que habla Biggott. Y, queda más que evidenciado que en Venezuela, hoy por hoy,
se hecha mano de la gramática electoral-procedimental para alcanzar este objetivo.
Lo cierto es que ya nos se puede ocultar que lo que está en juego son proyectos
políticos bien diferenciados: uno que apuesta a mantener, a toda costa, los intereses del
gran capital internacional y transnacional (encabezado y sostenido por EEUU); y otro(s)
que ―no sin tensiones internas― intenta descolocar el paradigma del capitalismo bárbaro
y construir gobiernos que apelen a poner en el centro la justicia social; aunque,
particularmente, en Venezuela la apuesta va más allá: un Estado comunal con base en el
poder popular.
Y tampoco podemos obviar que los gobiernos que ―de alguna manera―
fracturan los cánones neoliberales vigentes o que representan un peligro para los intereses
de los señores del dinero en el tablero internacional, se han enfrentado a intensos y
sostenidos asedios mediáticos, económicos y políticos, a los que se suman de forma activa
grupos de las derechas nacionales e internacionales. Y esto es lo que ha sucedido en
Venezuela en las últimas décadas.
Este país hermano ha vivido una guerra económica feroz encabezada por Estados
Unidos, misma que se ha materializado en sanciones económicas y saboteos a la industria
petrolera venezolana, junto a tácticas de desestabilización y violencia (como la
Guarimbas o la autoproclamación de gobiernos espurios, cuyo caso más conocido es el
de Juan Guaidó), entre otras muchas acciones antichavistas avaladas por sectores
conservadores/fascistas de EEUU. Y aún así no han logrado socavar la fuerza
que sostiene al gobierno que ha sido producto de la revolución Bolivariana.
Venezuela ha enarbolado un proyecto político radical (comunal) por lo que se
ha convertido en el blanco de ataque por parte de poderes fácticos (EEUU).
Por todo lo anterior se vuelve más que urgente, por un lado, descolocar los
referentes desde donde miramos los conflictos electorales en países como los nuestros; y,
por otro, hacer una revisión crítica de los criterios sobre los que se soportan las
democracias procedimentales de corte occidental. Este es un punto en el que hay que
profundizar con más vigor, pues la trampa procedimental de las democracias electorales
encabeza la nueva estrategia de eliminación de los proyectos diferentes, como el de
Venezuela.
De inicio, hay que reconocer y escudriñar el carácter colonial de la democracia,
pues la “distinción colonial” ha existido en nuestros territorios y en el sistema-mundo
desde hace 500 años. Y este hecho nos ayuda a explicar por qué, en regiones como
América Latina, el debate de las democracias no se puede plantear desde el mismo lugar
en el que están en países con tradiciones coloniales e imperiales. En este sentido,
Venezuela nos exige llevar a cabo una crítica a la “colonialidad de la democracia”
(Mendoza) para superar los criterios democráticos neoliberales y neocoloniales
occidentales.
Y baste presentar un breve fragmento de la Controversia de Valladolid del siglo
XVI, porque considero que esto resquebraja los mitos sobre las democracias occidentales
y también la falacia de que el sufragio popular sólo pueden sostenerse bajo los criterios
del orden moderno-occidentales, asumido como el único paradigma con validez política.
Así refiere el teólogo dominico, nacido en el año de 1490 en Pozoblanco, Córdoba
(España), las formas de organización social y política de la llamada “Provincia de
México”:
Y por lo que toca al modo de vivir de los que habitan la Nueva España y la provincia de
Méjico, ya he dicho que á éstos se les considera como los más civilizados de todos, y
ellos mismos se jactan de sus instituciones públicas, porque tienen ciudades
racionalmente edificadas y reyes no hereditarios, sino elegidos por sufragio popular, y
ejercen entre sí el comercio a modo de las gentes cultas. Pero mira cuanto se engañan y
cuanto disiento yo de semejante opinión, viendo al contrario en esas mismas instituciones
una prueba de la rudeza, barbarie é innata servidumbre de estos hombres. Porque el tener
casa y algún modo racional de vivir y alguna especie de comercio, es cosa á que la misma
necesidad natural induce, y sólo sirve para probar que no son osos, ni monos y que no
carecen totalmente de razón. Pero por otro lado tienen de tal modo establecida su
república, que nadie posee cosa alguna, ni una casa, ni un campo de que pueda disponer
ni dejar en testamento á sus herederos, porque todo está en poder de sus señores que con
impropio nombre llaman reyes, á cuyo arbitrio viven más que al suyo propio, atendidos a
su voluntad y capricho y no á su libertad, y al hacer esto no oprimidos por la fuerza de las
armas, sino de un modo voluntario y espontáneo es señal ciertísima del ánimo servil y
abatido de estos bárbaros. Ellos tenían distribuidos los campos y los predios de tal modo,
que una parte correspondía al rey, otra á los sacrificios y fiestas públicas, y solo la tercera
parte estaba reservada para el aprovechamiento de cada cual […] y vivían como
asalariados del rey y á merced suya, pagando crecidísimos tributos […] Y si este modo
de república servil y bárbara no hubiese sido acomodado á su índole y naturaleza, fácil
les hubiera sido, no siendo la monarquía hereditaria, aprovechar la muerte de un rey para
obtener un estado más libre y más favorable a sus intereses, y al dejar de hacerlo, bien
declaraban con esto haber nacido para la servidumbre y no para la vida civil y liberal. Por
tanto si quieres reducirlos, no digo a nuestra dominación, sino a servidumbre más blanda,
no les ha de ser muy gravoso el mudar de señores, y en vez de los que tenían, bárbaros,
impíos é inhumanos, aceptar a los cristianos, cultivadores de las virtudes humanas y de la
verdadera religión.
4
Lo que se muestra, de inicio, en este fragmento es que en otros órdenes civilizatorios (no
occidentales) ya existían procedimientos de representación política que se sustentan en la
elección y decisión popular5
, aunque hoy se les asocia exclusivamente con las llamadas
democracias modernas. Esto nos abre un puerta de análisis muy relevante porque significa
que las formas de la elección popular no tienen que estar ancladas a los criterios del poder
inscritos y producidos desde el modelo moderno-colonial-occidental.
Por otro lado, tendríamos que reconocer que las formas de organización política y
social de los pueblos mal llamados “prehispánicos” fueron referente para la formulación
de las ideas anti-absolutistas que dieron origen a eso que, en occidente, se llamarían
regímenes liberales y democráticos. De tal suerte que esos proyectos son producto del
“hecho colonial” y, en consecuencia, del extractivismo material, ideológico y político que
pesó sobre los pueblos amerindios. Lo que robaron a nuestros ancestros y ancestras se
convirtió en su referente utópico y en su apuesta moderna y civilizatoria; por supuesto,
sin reconocer el legado que brindaron aquellas civilizaciones que guardaban el registro
de un alto grado de organización política y social.
Pero, como se muestra en la propia Controversia de Valladolid, las formas de
reproducción de la vida y su quehacer político fueron utilizadas (en ese momento y en
adelante) como argumentos para justificar la narrativa del dominador, donde los pueblos
colonizados fuimos posicionados, asignados y definidos como bárbaros, amentes e
inferiores.
Me pregunto si los discursos que hoy escuchamos en torno a Venezuela ¿no
replican las dinámicas coloniales pero ahora sostenidas sobre la base del criterio
democrático? Sin duda, en Venezuela se están desafiando mitos vinculados a las
democracias occidentales y a las narrativas del dominador. Sería muy interesante que
pudiéramos ir más allá de la estrategia mediática y darnos el espacio para reflexionar al
respecto
———————————–
* Profesora-investigadora del Departamento de Sociología de la Universidad Autónoma Metropolitana,
Unidad Azcapotzalco. Integrante y co-fundadora de la Red Feminismos Cultura y Poder. Diálogos desde
el Sur. Coordinadora del Cuerpo Académico: Transculturalidad en zonas corpóreas, territoriales y en la
cultura visual, PRODEP. Correo: [email protected]
1 Mendoza, Breny, 2014. “Los feminismos y la otra transición a la democracia en América Latina (2009)”,
Ensayos de crítica feminista en Nuestra América, México, Herder, pp. 235-270; Mendoza, Breny, 2007.
“Los fundamentos no democráticos de la democracia: un enunciado desde latinoamérica pos occidental”,
en: Encuentros, Revista Centroamericana de Ciencias Sociales, N°6. Costa Rica: Flacso-Universidad
Nacional de San José. Pp. 85-93
2 Para Bigott, la llamada revolución geoestratégica nos remite al proceso de globalización, el cual está
asociado al funcionamiento del sistema capitalista de la economía mundial. No obstante, nuestro autor acota
que “la globalización constituye un proceso de naturaleza contradictoria por encontrar(se) en un periodo
de transición entre el viejo y el nuevo orden mundial” (p. 61). Ahora bien, quizá esa “naturaleza
contradictoria” que señala Bigott se debe más a su carácter neo-colonial que a la lógica transitoria a la que
se hace referencia. Ver: Bigott, Luis A, 2005. Operación fascista sobre Venezuela, El perro y la Rana,
Caracas
3Ibid, p. 80
4 Ginés De Sepúlveda, Juan, 1996. Tratado sobre las justas causas de la guerra contra los indios. FCE.
México, pp. 109-1.
5 Incluso, si se quiere ir más lejos, con utopías de corte socialista