Según datos de organizaciones internacionales, cerca de 200 millones de personas vivimos fuera de los países de origen. Es decir, cerca de 200 millones de personas somos migrantes.
En realidad, según nuestra condición y realidad antropológica, los más de 8 mil millones de personas en el mundo somos MIGRANTES porque ninguna persona se mantiene en el mismo lugar geográfico. Todos migramos. Todos somos migrantes porque todos tenemos pies y estamos hechos para movernos, para migrar. La movilidad o migración humana se volvió un “problema” porque los estados, desde algunos siglos atrás, establecieron fronteras para controlar y vigilar a la población. En algunos casos esas vigilancias fronterizas se tornaron violentos, incluso mortales contra las personas. Casos como los muros de Ceuta y Melilla, en el Sur de España, el muro de la vergüenza en la frontera de los EEUU con México, o el muro que separa Haití y República Dominicana… son evidencias de esas fronteras letales… Ni hablar del muro que el genocida Estado de Israel construyó en Gaza, Palestina. El 18 de diciembre no debe ser motivo para frenar la migración o controlar esta condición innata humana, sino para exigir la supresión de las fronteras y de los muros.
