En lo que va del presente siglo, Honduras fue el país desde donde Centroamérica alumbró la potencia y la algarabía de la fuerza popular indignada. Entonces, se cerraba la primera década del presente siglo con el nefasto Golpe de Estado, 2009. Luego, siguió los 12 años de la narco dictadura neoliberal, prohijado por el gobierno norteamericano.
Será difícil magnificar la fuerza y el sacrificio del campo popular que espontánea y simultáneamente se movilizaron y resistieron al Golpe y a la Dictadura con creatividad, hasta derrotarla (en las urnas) en 2021. Luego, el gobierno norteamericano se lo llevó encadenado a su “Cachorro” Dictador para enjaularlo y enjuiciarlo… Los movimiento populares, incluso con sus contradicciones internas, continuaron.
El capítulo político que abrió Golpe de Estado en Honduras dio como primer fruto la defenestración formal del casi bicentenario bipartidismo que se turnó en la administración del Estado. Nació, con aroma popular, el partido Libertad y Refundación, Libre, actualmente en función de gobierno, con lírica de progresismo de izquierda, pero con filosofía liberal modernizante.
Transcurren ya más de dos años del gobierno de Libre, encabezado por Xiomara Castro. Se mira el cambio de horizonte en las relaciones internacionales de Honduras, pero, no se mira, ni se oye ya en el relato del partido de Refundación, la imperiosa necesidad de “refundar” el bicentenario Estado patronal que subsume al campo popular empobrecido.
Desde www.radiovictoriagt.com conversamos con Martín Fernández, representante del Movimiento Amplio por la Dignidad y la Justicia (MADJ), a raíz del Encuentro Nacional de Movimientos Populares que realizan, entre el 24 y 26 de enero, en San Pedro Sula, para auto evaluar (al campo popular organizado) y valorar la voluntad política y logros del gobierno de Xiomara que prometió y promete cambios.
Fernández indica que el gobierno de Honduras padece un déficit de sensibilidad política con las agendas de los movimientos populares. La hegemonía de los agentes neoliberales, segando decenas de vidas de defensores de los territorios, continúa pujante e impune. Las aspiraciones por el rediseño jurídico y político del país se han alejado incluso del relato del gobierno de cambio. El campo popular en Honduras continua imposibilitado de participar y decidir en el soñado destino promisorio de la nación. En este contexto, se vislumbra tenue la necesidad de pensar en la transición del “movimientismo” social hacia movimientos sociopolíticos con agendas y métodos propios, creando una organización política propia, para disputar el poder a los patrones, y construir el destino soñado.