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Nada completamente nuevo bajo el Sol

Arte: Izquierda castellana

El 22 de junio de 1941 se ponía en marcha la “Operación Barbarroja”, consistente en la invasión de la URSS por el Ejército nazi alemán con la colaboración de fuerzas militares de las potencias del Eje, especialmente procedentes de Europa Oriental. Casi cuatro millones de soldados invadieron la Unión Soviética a través de un frente de unos 2.930 km. Los nazis, con Hitler a la cabeza, tenían un especial interés en las Repúblicas occidentales de la URSS, muy particularmente en Bielorrusia y Ucrania, debido a sus recursos naturales y a la riqueza de sus tierras, capaces de producir una gran cantidad de alimentos imprescindibles para los proyectos del III Reich. Existían también una serie de motivaciones ideológico-culturales, como el odio de los nazis a los pueblos eslavos y el sustrato de la confrontación entre Europa y Asia. En la invasión contaron con el apoyo colaboracionista de una fracción de la sociedad de Ucrania, especialmente en su parte occidental, liderada por Stepan Bandera, del que tanta apología se hace hoy en día en la Ucrania de Zelensky.

La “Operación Barbarroja” supuso un tremendo coste humano y material para los pueblos de la Unión Soviética, pero también significó el inicio de la derrota de los Ejércitos nazi-fascistas. Una parte de la oficialidad del Ejército alemán se oponía a que se abriera un segundo frente al Este sin cerrar antes el occidental -especialmente con el Reino Unido-, pero el Gobierno nazi no estaba dispuesto a esperar y asumió el riesgo, con los resultados conocidos. Una cuestión relativamente similar ocurre ahora en relación con la invasión por parte del Ejército sionista del sur del Líbano, y el inevitable enfrentamiento con Hezbollah.

Dos años antes, en 1939, J. Ribbentrop, Ministro de Asuntos Exteriores del Reich, y V. Molotov, Comisario del Pueblo de Asuntos Exteriores de la URSS, firmaron un pacto de no-agresión. El Gobierno y el pueblo soviético estaban convencidos de que antes o después el Ejército nazi invadiría la URSS -como así fue, dado que eran proyectos sociales y políticos plenamente antagónicos-, pero necesitaban tiempo para prepararse militarmente. El periodo de “no-guerra” que abrió dicho pacto permitió que el Ejército Rojo aumentase su tamaño y mejorara cualitativamente, así como la preparación general del país para una guerra que no iba a ser fácil ni sencilla. Así se pusieron las condiciones objetivas para que finalmente los soviéticos derrotasen a los nazis.

Mapa Operación Barbarroja

Hasta el 2021 los medios de comunicación recordaban puntualmente el inicio de la “Operación Barbarroja”, pero en los últimos años esta efemérides clave para el desenlace de la II Guerra Mundial es ignorada y ahora no puede encontrarse ni una breve reseña en la prensa occidental. Este ejercicio de “deconstrucción histórica” tiene motivos claros: la guerra del nazi-fascismo contra Rusia, con otras formas y hegemonías, ha vuelto a ocupar el escenario político. La hegemonía ha pasado de Alemania a los EEUU, el Reino Unido y la UE, aunque realmente la batuta la tienen los primeros. El repliegue nazi a EEUU ya en los últimos momentos de la guerra y durante los años siguientes es un fenómeno bien conocido, aunque actualmente también se pretende enterrar. Una buena parte de la “inteligencia” que convirtió a EEUU en una potencia nuclear o sus avances en industria aeroespacial procedían de los técnicos y científicos de la Alemania nazi. Fue una de las consecuencias de la firma en 1941 de la “Carta del Atlántico” entre el Presidente de EEUU, Franklin D. Roosevelt, y el Primer Ministro británico Winston Churchill, un acuerdo precedente al Tratado del Atlántico Norte, que daría luz a la OTAN en 1949.

No hay nada completamente nuevo bajo el sol; lo que está ocurriendo es resultado de la evolución de hechos que tienen sus raíces en la propia Guerra Mundial, la posguerra y el inicio de la confrontación ideológico-política entre la URSS y el imperialismo occidental. La “etapa atlantista” condicionó toda la política en el mundo occidental, incluyendo la composición de los gobiernos europeos: los comunistas fueron expulsados de los gabinetes en 1947 en Francia, Italia, Bélgica y Luxemburgo, alcanzando el veto incluso a los gobiernos republicanos del Estado español en el exilio. En este contexto se “depuró” de la dirección del PSOE a la llamada “fracción prosoviética” encabezada por Negrín, que había sido presidente del Gobierno en los últimos tiempos de la II República y que esbozó una estrategia que, de haber sido implementada, probablemente habría llevado a la victoria; Negrín fue excluido del PSOE junto con otros líderes muy significados, como el vicepresidente del partido y responsable de la compra de armamentos para el Ejército republicano, Alejandro Otero. En 2009, en una farsa total, éstos fueron formalmente readmitidos cuando ya llevaban muchas décadas bajo tierra.

Sobre las falsas trincheras que sustentan la continuidad del Régimen

Es evidente el abrazo entusiasta del fascismo, el sionismo y el imperialismo por parte de la gobernanza europea. En el caso español, esta evolución va vinculada a lo que podríamos denominar sin exageraciones como la disolución progresiva en el espacio europeo del Estado español y de sus principales instituciones. En La Unión Europea hay países que pugnan por mantener cierta soberanía, capacidad de decisión e identidad, pero el Estado español está entre los que se han entregado de pies y manos al proyecto globalista criminal, a pesar de sus cada vez menores expectativas de triunfo estratégico. Paradojas de este estilo han ocurrido antes en la historia de sociedades como la española, en la que sus clases dirigentes no tienen otro objetivo que el enriquecimiento perpetuo y el mantenimiento de sus privilegios, renunciando a cualquier defensa coherente de la formación social de cuya pirámide supuestamente son la cúspide. El objetivo fundamental del Régimen del 78 es mantenerse formalmente para que aquellas fuerzas políticas o sindicales que viven a su costa puedan seguir haciéndolo durante todo el tiempo que sea posible, sin otras perspectivas de futuro.

Los medios afines al Gobierno (destacando entre ellos RTVE y los del Grupo PRISA) dan cumplida cuenta de “lo bien” que evoluciona la realidad socioeconómica en el Estado español, sobre todo en comparación con el resto de la Unión Europea. Simultáneamente, acusan de todos los déficits y problemas existentes a la derecha del Régimen, especialmente a la Presidenta de la Comunidad de Madrid. En realidad, lo que hacen unos y otros es plenamente complementario, sin contradicciones de fondo. Desde el Gobierno estatal se crea un mercado laboral de cierta amplitud, pero de muy baja cualificación (es cierto que el número de afiliados a la SS ha aumentado, pero en condiciones laborales absolutamente precarizadas que no son garantía de su salida de la pobreza), mientras la Comunidad de Madrid encabeza una política muy activa de atracción de los grandes grupos capitalistas, en especial de los latinoamericanos; el Gobierno estatal impulsa una terciarización del mundo laboral y de la economía española, esencialmente a través de la hostelería y el turismo, mientras desde la Comunidad de Madrid se buscan las oportunidades para rentabilizar esa situación. El único conflicto real existente entre la derecha y la izquierda del Régimen está relacionado con la ocupación de los cargos bien remunerados a los que se accede mediante el servilismo ideológico y político. La firma del acuerdo para la renovación del CGPJ del martes 25 de junio pone claramente de manifiesto que esas aparentes diferencias entre la izquierda y la derecha del Régimen no son más que un juego para tener entretenida a la opinión pública. La aparente oposición de Podemos forma parte también de ese entretenimiento; ahora que empiezan a ser conscientes del absoluto vacío dejado a la izquierda del Sistema, pretenden reciclar a esta formación para intentar cubrirlo.

Señales de desgaste del Régimen

La degradación del Régimen y de la formación social española no solo es visible en su aparato político y económico. En lo militar, avanza aceleradamente con la participación en la guerra contra Rusia. El viaje del Borbón a los Países Bálticos para situarnos aún más al servicio de la guerra es un buen ejemplo. Otra muestra se encuentra en lo relativo al entrenamiento de tropas ucranianas en el Estado español: esas fuerzas vienen acompañadas por miembros de los servicios de contrainteligencia ucranianos (SBU), que no tienen límite alguno para investigar a quienes consideren que tienen simpatía o apoyan a Rusia, incluyendo a ciudadanos españoles, como ha venido ocurriendo en Madrid, entre otros lugares, en los últimos tiempos.

Haciendo un somero repaso por alguno de los sectores esenciales de la sociedad, no encontramos más que ejemplos de descomposición. Ahí se encuadra la última elección como Rector de la Universidad de Salamanca de un personaje completamente corrupto desde el punto de vista intelectual y moral, un escándalo sin resolver que afecta a la universidad más antigua del Estado español, institución que conservaba aún un gran prestigio en América Latina e incluso Europa. Otro indicador significativo es que Begoña Gómez, esposa del actual Presidente, sea titular de una cátedra y un máster sin poseer rango académico alguno, salvo una graduación por una escuela privada esencialmente desconocida hasta que ella le dio popularidad. Reflexiones semejantes se pueden extender al campo de la Sanidad, donde una fracción no despreciable de profesionales, minoritaria pero significativa, recibe pagos de las multinacionales farmacéuticas para promocionar sus productos en todo tipo de eventos, a su vez financiados por esas empresas. Veamos algunos datos de 2022 en relación con esto: el 18,5% del gasto farmacéutico hospitalario es en oncología, y el 11,5% en hematología; la inversión de las multinacionales farmacéuticas en “líderes de opinión” en ambos campos son también del 18,6% y del 11,6%, ¡bendita casualidad! Un 10% de los oncólogos médicos que trabaja en el Sistema Nacional de Salud recibe en dinero o en especies transferencias de las multinacionales farmacéuticas. Lo mismo ocurre con uno de cada doce reumatólogos, uno de cada quince dermatólogos y uno de cada veinte hematólogos. En total, reciben más de 25 millones de euros anuales por parte de esas multinacionales. En 2022 se hicieron pagos en metálico o en especies por valor de 103 millones de euros a médicos del Sistema Nacional de Salud. Hasta 2.789 profesionales sanitarios, “líderes de opinión”, recibieron pagos superiores a 5.000 euros anuales. Estas cuestiones son importantísimas para el deterioro y la mercantilización del Sistema Nacional de Salud. Ayuso y el PP constituyen un gran riesgo para este Sistema, pero hay otros elementos sin cuyo abordaje es imposible luchar coherente y sinceramente en su defensa.

Del nivel de intoxicación de los medios de comunicación, que han renunciado absolutamente al que debería ser su papel principal -informar de lo que ocurre en el contexto geográfico y social en que se mueven-, mejor ni hablar. En los primeros años de la Transición se hicieron famosos los “fondos de reptiles”, a través de los que se pagaba a un sector de los periodistas para que desinformasen. Ahora no hace falta un fondo de este tipo: todo el periodismo español, salvo honrosas excepciones, es un auténtico nido de reptiles. Por cierto, y en relación con lo anterior, es muy evidente cómo las multinacionales farmacéuticas “engrasan” también a determinados periodistas y periódicos. No es casualidad que en los últimos tiempos se vuelva a promocionar descaradamente al «elixir de la eterna vida» o de «la eterna juventud», citando a teóricas autoridades científicas del campo de la Sanidad que no son sino herramientas de las multinacionales para preparar a la opinión pública para que demande la venta de productos farmacéuticos que son un auténtico fraude, como se ve claramente en los últimos medicamentos puestos en el mercado para la diabetes y que se están utilizando fundamentalmente contra la obesidad. Esta es la sociedad que construye el imperialismo, una totalmente irracional.

En definitiva, y como decíamos, el Régimen renuncia deliberadamente a su soberanía y a su capacidad de defensa de los intereses propios para entregarse a los intereses del imperialismo globalista. Las tácticas políticas y mediáticas que utilizan para llevar este proceso adelante son muy similares a las descritas en la fábula de la rana y la olla: se va calentando el agua lentamente para que la rana no se percate de que está en riesgo de morir cocida y que, cuando ésta lo perciba, ya sea demasiado tarde como para que se salga del recipiente.

Las razones que impulsan la guerra

La guerra nazi-sionista que avanza en el mundo a través de dos escenarios -en Oriente Medio y en Europa del Este- es indudablemente una guerra de carácter imperialista, aunque haya quienes pretendan confundir a la población sobre ello. En las últimas elecciones europeas han avanzado de forma muy significativa aquellas fuerzas que se oponen al apoyo a la guerra de la OTAN contra Rusia en Ucrania, inmediatamente calificadas como extrema derecha por el establishment europeo, particularmente en España. No tenemos duda alguna que muchas de ellas lo son realmente, pero, ¿quién está más en la extrema derecha en Europa Occidental? ¿quienes se oponen a la guerra y exigen una solución diplomática y política al conflicto o quienes la alimentan y nos conducen a la III Guerra Mundial? Para el conjunto de la humanidad, quienes apoyan sin dudas ni matices la continuación y profundización de la guerra son los directamente identificados con los valores propios de la extrema derecha, el fascismo y el imperialismo.

La deuda global en el mundo es actualmente de 313 billones de dólares, lo que supone el 330% del PIB mundial, y aproximadamente la mitad de esta deuda corresponde a los EEUU. Esta es la verdadera razón de fondo que explica la decisión de conducirnos hacia la III Guerra Mundial. En estos momentos hay algunos matices sobre la velocidad a la que se impulsa ese proceso, condicionado por las próximas elecciones presidenciales en EEUU. Además de la deuda global, en EEUU hay una crisis inmobiliaria que afecta especialmente a las oficinas (existe una sobresaturación y no tienen salida en el mercado, ni de venta ni de alquiler, y muchos bancos están entrampados por los créditos que otorgaron para su construcción o compra), y que está gestando una crisis con muchos paralelismos a la vivida en el 2008. Una situación con características similares ocurre en el Estado español en lo referente a los locales comerciales. El incremento de los costes en el mercado de fletes durante los últimos meses es otro elemento de riesgo para el Sistema capitalista internacional, y son ahora hasta cinco veces más elevados que antes de la pandemia de Covid-19. Hay que recordar que alrededor del 90% de los intercambios comerciales se siguen haciendo por vía marítima. El Gobierno español y el conjunto de medios, tanto los que están explícitamente a su servicio como los otros, no reflexionan, salvo contadas excepciones, sobre esta descripción de la pura realidad que acabamos de hacer. No quieren bajo ningún concepto que la gente se entere de lo que está pasando. Es por ello que Sánchez, que se ha caracterizado por ser un auténtico maestro del engaño y de cambiar de opinión, es relativamente bien valorado por los poderes internacionales del capitalismo europeo. A pesar de ello, cada vez más sectores de las clases populares van comprendiendo que las cosas, porque la realidad les obliga a ello, no son en absoluto como nos las cuentan.

Principales rutas y «cuellos de botella» en el tráfico marítimo global

El Sistema capitalista tiene una amplia y profunda memoria histórica, y es conocedor de que los pueblos del Estado español de los años 30 del pasado siglo se levantaron de forma ejemplar contra el avance del nazi-fascismo. Temen que se produzca un proceso similar en estas circunstancias que desestabilice la Península Ibérica, una región estratégica para las relaciones entre Europa y África. No debe olvidarse, porque sigue teniendo una importancia de primer orden, que desde el Estrecho de Gibraltar se controla -o puede controlarse- el tráfico marítimo entre el Atlántico y el Mediterráneo (y por tanto, también el Mar Negro). La soberanía británica sobre el Peñón de Gibraltar fue adquirida por el Tratado de Utrecht, con el que se alcanzaba la paz entre los dos grandes contendientes en la guerra por la sucesión a la Corona española entre Austrias y Borbones, en la que también se enmarca la guerra catalana que culmina en 1714. Esta guerra tuvo unos resultados favorables para la “monarquía maldita” de los Borbón, pero fue nefasta para los intereses de los pueblos del Estado español, y no solamente por la pérdida de los derechos del pueblo catalán.

Quieren impedir esa potencial pesadilla de un Estado español antiimperialista cueste lo que cueste. A pesar del intento de eliminar la memoria histórica de lucha antifascista de los pueblos del Estado español, volveremos a demostrar cuál es nuestra verdadera naturaleza. Para ello es fundamental construir núcleos de conocimiento y actividad desde los que se expanda esa corriente de pensamiento y acción.

 

Fuente: izca.net

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