Estudios evidencian que este monocultivo ha provocado deforestación en ecosistemas clave, incluso dentro de áreas protegidas.
Guatemala enfrenta la expansión del cultivo de palma de aceite, que podría convertir al país en el tercer mayor productor mundial para 2030, según un estudio de la Universidad de Michigan.
Este crecimiento ha generado la contaminación de fuentes de agua y la deforestación mientras las autoridades de este país, han reconocido que no tomaron medidas para cumplir con la ley de deforestación cero de la Unión Europea.
La ley de la UE, que entrará en vigor en 2025, prohíbe la importación de productos como aceite de palma, cacao, café, soja y madera que provengan de tierras deforestadas después de diciembre de 2020.
Esta normativa, diseñada para frenar la degradación de los bosques, podría tener un impacto considerable en la industria de la palma en Guatemala, que exporta la mayor parte de su producción a países europeos.
Estudios como el de la Universidad de Michigan revelan que entre 2009 y 2019, la expansión de los cultivos de palma de aceite en departamentos como Petén, Izabal y Alta Verapaz desapareció 24,000 hectáreas de bosque, incluidas áreas protegidas.
Sin embargo, la Gremial de Palmicultores (Grepalma) ha presentado cifras más bajas en sus propios informes, argumentando que en ese mismo periodo solo 16,479 hectáreas fueron deforestadas debido a este cultivo.
Esta discrepancia pone de manifiesto las tensiones entre la industria y los defensores del medio ambiente en torno al impacto real de la palma de aceite en los ecosistemas locales.
En 2023, Guatemala alcanzó las 920,000 toneladas de producción de aceite de palma, sostenido desde 2018, mientras las exportaciones hacia la UE llegaron a 693 millones de dólares, siendo los Países Bajos, España, Italia y Alemania los principales destinos.
El investigador Raúl Maas, del Instituto de Agricultura, Recursos Naturales y Ambiente (IARNA), señala que, aunque en las últimas décadas la expansión del cultivo de palma en áreas boscosas ha disminuido, aún persisten problemas significativos.
Maas menciona que las políticas de certificación y la influencia de organizaciones como la Mesa Redonda sobre el Aceite de Palma Sostenible (RSPO) han ayudado a mejorar las condiciones ambientales, pero no han sido suficientes para frenar la deforestación.
Además, subraya que el Estado guatemalteco enfrenta una escasez de recursos y personal para implementar políticas de conservación efectivas, lo que limita las acciones concretas frente a la legislación europea.
Fuente: servindi.org