Radio Victoria

Las narrativas hegemónicas del norte global suelen imponer una estética sobre los discursos, imágenes y videos que nacen de los territorios indígenas. A contramano de la hegemonía del saber occidental, es necesario promover un lenguaje propio de los pueblos indígenas, más flexible y más adecuado a la realidad que buscan transmitir. La comunicación indígena debe repensar las estrategias de comunicación planificadas desde parámetros occidentales y, en su lugar, crear narrativas verdaderamente transformadoras.

Por Kathia Carrillo*

Foto comunicador Wampis
Comunicador wampis Evaristo Pujupat. Foto: GTANW

“La (re)conquista del poder de narrar la propia historia –y por lo tanto, de construir su propia imagen, su propia identidad, de recuperar y asumir una diversidad de saberes– constituye uno de los fundamentos del proceso de descolonización. 
María Paula Meneses – Epistemologías del Sur”

Debates Indígenas, 28 de junio, 2024.- “Necesitamos encontrar lugares y personajes para nuestra serie ‘Creciendo Salvaje’ (Growing up Wild)”. Así iniciaba, el correo enviado por un productor de una agencia de entretenimiento de un país del norte global a una asociación internacional de pueblos indígenas. A través de su mensaje, el productor buscaba “jóvenes indígenas menores de 20 años encargados de proteger animales en extinción en reservas naturales”. 

El correo continuaba con un par de párrafos más sobre el beneficio que la asociación podría obtener de colaborar con su agencia: que las historias (no las de la asociación, sino las de la serie) sean difundidas por plataformas de comunicación masiva, como NatGeo Wild, Love Nature y hasta Netflix, con quienes tenía sólidos contactos.

Más allá de lo cuestionable del título, que refleja el imaginario occidental y colonial sobre las poblaciones indígenas, a las que categorizaba como “salvajes”, era llamativa la naturalidad con que el productor proponía realizar su extractivismo audiovisual a cambio de tan poco. Así funciona la colonialidad: extrae conocimientos, imágenes, sonidos, vivencias e historias; las trastoca, edita y encuadra para encajar en una narrativa hegemónica, a veces “amigable”, que refuerza prejuicios occidentales sobre “la otredad”. Todo ello a cambio de la posibilidad de una llegada masiva a televidentes, es decir, a cambio de nada.

La sabia wampís Andrea Chumpik es entrevistada por estudiantes de la escuela de comunicación de la Nación Wampís. Foto: GTANW

Las narrativas hegemónicas

La colonialidad a veces se presenta llena de buenas intenciones. Es verdad, existe un interés y necesidad real de acceder, desde los movimientos indígenas, a espacios mediáticos para obtener visibilidad y hacer incidencia en las esferas de poder. ¿Pero de qué manera la visibilidad a través de las narrativas hegemónicas será realmente de ayuda para la incidencia? ¿Nos conviene aprovechar las buenas intenciones de los medios dominantes?

Partamos primero de cómo se ven las dinámicas de poder en las comunicaciones colonizadas fuera de los movimientos y cómo las replicamos dentro de ellos. Muchas veces, las y los comunicadores de las organizaciones y gobiernos autónomos de la Amazonía de Perú colaboramos con las instituciones del norte global aliadas de los pueblos indígenas. Desde esa región del planeta, a veces la lógica es parecida a la manejada por la productora de televisión ya mencionada.

Suelen ser más importantes el audio y la imagen de máxima calidad que el testimonio, el contenido y, el conocimiento compartido y registrado.

Muchas veces, las organizaciones aliadas tienen requerimientos comunicacionales cuya finalidad es el financiamiento, como fotos en alta calidad del territorio o videos de los dirigentes con testimonios sobre algún asunto específico. Evidentemente, los productos deben cumplir ciertos parámetros estéticos para ser usados en sus canales. Al ser estos parámetros tan inflexibles, inevitablemente, gran parte del material comunicacional producido en los territorios termina siendo desechado.  

La colonialidad hace natural este desechar, ya que obvia las dificultades, los recursos y esfuerzos puestos desde los territorios para realizar los productos. No importa si el comunicador tuvo que esperar horas para la transferencia del archivo, si tuvo que pagar mucho dinero por la gasolina que lo trasladaría durante horas en un embarcación hasta el lugar donde debía entrevistar a quien era requerido. Es más importante el audio y la imagen de máxima calidad que el testimonio, el contenido y, el conocimiento compartido y registrado. 

Miembros de la Asociación Cocama de Desarrollo y Conservación San Pablo de Tipishca (ACODECOSPAT) hacen un ejercicio práctico de grabación. Foto: GTANW

La normalización de la estética occidental

La falla de las organizaciones, tanto del norte global como del mismo movimiento indígena, es que esos parámetros de la estética occidental no son cuestionados ni mucho menos transformados en un lenguaje propio de los pueblos indígenas, más flexible y más adecuado a la realidad que buscan transmitir. Por lo contrario, son normalizados y replicados como las normas de opresión que son, fortaleciendo la hegemonía del saber occidental, uno de los fundamentos de la colonialidad.

Esta falla también se replica en el mismo movimiento indígena. Desde dentro de las organizaciones, se desechan videos, fotos y testimonios por la simple razón de no cumplir con los “estándares de calidad” impuestos desde oficinas ubicadas en otros continentes. En el mejor de los casos, los testimonios son cubiertos con imágenes de apoyo, más “armoniosas” y más amigables estéticamente al ojo occidental y colonizado. De más está decir que estos recursos audiovisuales ni siquiera son registrados por indígenas.

Es difícil cuestionar los parámetros coloniales de la estética audiovisual cuando se está en la necesidad de usar ese lenguaje para ser oídos, leídos o vistos. Desde los tiempos coloniales, nuestras estrategias de supervivencia a las opresiones han sido justamente las de asimilarnos a ellas, tomarlas como herramientas y aplicarlas entre nosotros, hasta el punto de apropiárnoslas. Pero, ¿dónde queda la creación heroica que señalaba Mariátegui? O, como bien lo plantea María Paula Meneses, ¿cómo podemos reconquistar el poder de contar nuestra propia historia? 

Los pueblos indígenas deben cuestionar la estética occidental y construir un lenguaje propio, más flexible y más adecuado a la realidad que buscan transmitir. Foto: GTANW

Una “colaboración” que solo beneficia a los periodistas

Una vez, un equipo fotoperiodístico que había obtenido una subvención para un proyecto con foco en la Amazonía quiso gestionar su ejecución con una nación originaria. La subvención incluía la publicación de un reportaje en un importante medio de comunicación en inglés de alcance internacional, por lo que la oportunidad era valiosa. Sin embargo, la colonialidad les jugó en contra.

El problema fue que el proyecto estaba rígidamente enfocado en la extracción ilegal de madera, lo que (aparentemente) no le permitía al equipo de periodistas acercarse y conversar con el pueblo indígena objeto del reportaje qué problemáticas estaban enfrentando con mayor urgencia en ese momento. Sólo les interesaba la extracción de madera. Por ello, quedaron a la expectativa de que la problemática se volviera a desarrollar en el territorio.

Es común que la narrativa de los medios masivos de comunicación se enfoque en explotar las historias desde un punto de vista sensacionalista, paternalista o racista.

Como la subvención tenía un periodo específico de ejecución, el equipo fotoperiodístico le solicitó a las autoridades indígenas si, como pueblo organizado, podían ejecutar alguna acción relativa al proyecto que pudieran documentar en fotos y videos para elaborar su reportaje. En ese momento, las autoridades se encontraban organizadas para incidir directamente en su territorio, pero frente a la minería ilegal, no la extracción de madera. Entonces, la “colaboración” no se concretó.

Es común que la narrativa de los medios masivos de comunicación se enfoque en explotar las historias desde un punto de vista sensacionalista. Muchas veces, una problemática no tiene visibilildad hasta que se haya generado un evento llamativo, como una protesta, un operativo de defensa del territorio o el asesinato de una autoridad. Este enfoque suele resultar en un encuadre noticioso paternalista o racista: o bien los pueblos indígenas son colectividades sin capacidad de agencia y víctimas pasivas de los peligros en sus territorios; o bien son colectividades violentas, irracionales y “antidesarrollo”.

Las organizaciones indígenas deben transformar su capacidad de agencia en discursos y comunicaciones que respondan a sus verdaderos intereses. Foto: GTANW

Repensar las estrategias de comunicación

También existen ejemplos donde el tratamiento de la noticia es respetuoso, culturalmente adecuado y sirve para resaltar la capacidad organizativa de un pueblo o el ejercicio del derecho a la autodeterminación. Sin embargo, si un proyecto de comunicación no considera la agenda política, territorial y social de un pueblo indígena, probablemente esté aplicando una dinámica de poder colonial. Por este camino, será difícil que el producto beneficie al pueblo.

Quienes hacemos comunicaciones, nos vemos a menudo en la necesidad de recurrir a narrativas sensacionalistas o exotizantes, ya que es una de las pocas maneras de llamar la atención de la opinión pública (colonial y colonizada) sobre diversas problemáticas que afectan a los pueblos indígenas. Por ejemplo, cuando entregamos materiales audiovisuales a periodistas que, a pedido de ellos, se adecúen al imaginario que tienen de los pueblos.

Debemos dejar de pensar las estrategias de comunicación desde parámetros occidentales y, en su lugar, enfocarnos en crear narrativas verdaderamente transformadoras.

Otra de las formas coloniales de llamar la atención de la opinión pública es hacer uso de “portavoces solidarios” ajenos al movimiento. Cada vez es más común ver a celebridades del norte global, usualmente hombres blancos millonarios y famosos, prestando sus redes sociales para hacer eco de las problemáticas en los territorios indígenas. Aceptar que la opinión pública recibirá los mensajes con mayor apertura si son emitidos por una persona no indígena, mensajes que cuentan las historias de opresión en tercera persona, pone en evidencia las dinámicas de poder colonial vigentes. Y no contribuye a transformarlas.

Esta no es una crítica a las grandes plataformas comunicacionales o campañas de incidencia elaboradas por organizaciones indígenas que necesitan ganar niveles de notoriedad, como es el caso de las grandes instituciones del derecho internacional. Pero sí es un llamado a que debemos dejar de pensar las estrategias de comunicación desde parámetros occidentales y, en su lugar, enfocarnos en crear narrativas verdaderamente transformadoras.

Es necesario repensar las estrategias de comunicación con el objetivo de atraer el interés de las audiencias indígenas y no indígenas sin apelar al sensacionalismo. Foto: GTANW

Descolonizar la comunicación

Es necesario aplicar la visión de que los movimientos tienen que comunicar sus procesos territoriales centrándose en la autonomía, la autodeterminación y la comunidad, porque estas se aplican y son verdaderamente útiles para la vida real. Ello implica confiar y retomar los saberes ancestrales de la comunicación, recordar que la comunicación no fue un invento europeo y que las estéticas indígenas son válidas y necesarias en un mundo donde la belleza se nos ha negado; donde otras estéticas se nos han impuesto en base a odiar lo propio.

Propongo transformar las herramientas para acortar las brechas de las comunicaciones y rescatar los otros lenguajes. Los lenguajes y las comunicaciones desde lo indígena son distintas: existe una preponderancia de lo oral sobre lo escrito, de lo pictórico histórico y entre líneas frente a lo abstracto del lenguaje occidental.

Descolonizar la comunicación también se trata de deconstruir los preconceptos estéticos, aceptar algo por fuera de la estética occidental y considerarlo digno de premiaciones.

Descolonizar la comunicación y gestar una comunicación propia no es sinónimo de renunciar a la “excelencia”. Quienes lo hacen miran con desdén al cine y al arte comunitario, porque creen que nunca llegarán a los niveles estéticos del cine hegemónico, donde las historias de los pueblos se vuelven accesorios o innovadores, pero no un aporte al arte. Descolonizar la comunicación también se trata de deconstruir los preconceptos estéticos, aceptar algo por fuera de la estética occidental y considerarlo digno de premiaciones.

Quienes ven sólo un camino, el de la hegemonía, para ejercer el derecho a la comunicación y crear piezas informativas “dignas” de los aplausos de las instituciones “expertas” en dichas materias, ignoran que los caminos y las comunicaciones propias no necesitan más que el reconocimiento de la propia gente. Es necesario dar un claro mensaje: nadie puede imponer una sola forma de hacer las cosas y todos, todas y todes somos capaces de crear, comunicar e informar. 


Fuente: servindi.org

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