Radio Victoria

Guatemala

Por Eduardo Villagran

El territorio de Guatemala alberga a 25 pueblos, 22 de ascendencia maya, más el xinka, el garinagu y el criollo ladino. Los pueblos de ascendencia maya comparten el legado de esa cultura y lo expresan cada uno a su manera y con sus particularidades, aunque todos retienen aspectos comunes importantes. Los pueblos mayas y xinka fueron conquistados por un puñado de españoles y sujetos a una colonización que los convirtió en siervos, primero de hecho y después a través de la discriminación, la exclusión y el racismo.

            La afirmación de los derechos humanos a raíz de la Segunda Guerra Mundial ha alentado a estos pueblos a afirmar su identidad y sus derechos a expresarla. Esto ha fortalecido la noción de identidad entre los pueblos mismos; los k’iche’, los kaqchikels, los q’eqchi’, los mam, los q’anjob’al se están haciendo cada vez más conscientes de su pertenencia al grupo cultural que los caracteriza y se sienten cada vez más identificados como pueblos. Esto conduce a una mayor necesidad de expresar su cultura, la cual ha sido reprimida, ninguneada, discriminada y hasta agredida por el estado criollo ladino centralista, en la medida que ha heredado el modus operandi colonial.

            La mayor expresión cultural de los pueblos tiene implicaciones sobre la forma de operar del estado. Las culturas de ascendencia maya, por ejemplo, tienen una relación de mayor cercanía y respeto con la tierra, los ríos, las montañas y en general con la naturaleza. Esto hace que a veces se opongan a proyectos que los modifican o destruyen. El idioma, el sistema de justicia, la democracia y las formas de accionar también difieren de los que ejerce el estado criollo ladino y la cultura que lo caracteriza.

            Para que los pueblos puedan expresar sus culturas sin limitaciones, tendrán que adquirir derechos sobre  los territorios que consideren sagrados y económicos, o sea los que necesitan para vivir y desarrollarse; asimismo, el derecho a administrar justicia siguiendo sus prácticas tradicionales; el derecho a utilizar sus respectivos idiomas en todos los ámbitos del quehacer cotidiano y oficial; el derecho a evaluar, adaptar o rechazar las actividades del gobierno central en sus territorios.

Cuando un pueblo adquiere estos derechos se convierte en nación. Un estado que acoge, fomenta y apoya a las naciones autónomas que lo integran es un estado plurinacional.

            En Guatemala, entre 1529 y 1568, el pueblo q’eqchi’ con el apoyo de fray Bartolomé de las Casas y sus dominicos, logró instaurar una región autónoma en la Verapaz, llamada también Tezulutlán, la cual se comportó como una nación q’eqchi’. Durante ese período la Real Audiencia de Guatemala fue, sin darse cuenta, un estado plurinacional. Desde entonces no ha habido otra nación autónoma en el territorio.

            Además de la justicia elemental de permitir a cualquier pueblo expresar su cultura con libertad, hay otras razones para apoyar y fomentar la creación de naciones autónomas indígenas en el territorio de Guatemala. El pensamiento maya y el occidental judeocristiano difieren porque vienen de raíces diferentes. El judeocristianismo tiene sus orígenes en la historia de Abraham que narra el Viejo Testamento, una historia imbuida de las carencias de vivir en los desiertos que caracterizan las zonas bíblicas. Estas carencias trajeron consigo cierta preocupación, a veces obsesiva, por las cosas materiales, así pleitos entre hermanos para obtenerlas, favoritismos y la necesidad de conquistar la naturaleza. El pensamiento maya se originó en el sur de México y noroccidente de Guatemala, en aquellos tiempos una de las zonas más ricas del planeta, con abundante agua, fauna, flora y suelos fértiles. Esto hizo que viniera imbuido de nociones de agradecimiento y respeto a la naturaleza, lo cual se hace extensivo a las demás personas, a la familia y a la comunidad.

            Estos diferentes orígenes y la forma en que las culturas evolucionaron no significan que una sea mejor que otra. Todas representan esfuerzos de la Humanidad, propuestas para que sirven de base para la creación de instrumentos y mitos para desenvolverse en el mundo y en la sociedad, pruebas y errores de supervivencia física y social. La cultura occidental, con su propensión hacia lo material y la conquista de la naturaleza, ha producido una tecnología asombrosa, de la cual todos nos beneficiamos, así sea con costos de equidad social y destrucción ambiental incalculables y críticos.

            Esta crisis que se acentúa cada vez más en la cultura occidental hace recomendable mantener vigentes todas las alternativas culturales que sea posible. El pensamiento maya representa a una de ellas. Resulta afortunado que aún siga vigente y viviente en algunos sectores de los pueblos mayas de Guatemala y nos compete esforzarnos porque no desaparezca sino al contrario, se conserve y siga desarrollando como un reservorio cultural de la Humanidad.

            Hay varias rutas para que un país como Guatemala instaure un estado plurinacional, que albergue, fomente y promueva la creación de naciones autónomas indígenas. Algunas pueden parecer alternativas, otras complementarias y todas pueden ser adoptadas en forma paralela, para ver cuáles dan los mejores resultados en el menor tiempo. Se identificaron a través de las experiencias de otros países, complementadas con un estudio de la legislación guatemalteca aplicable.

Ruta 1: asamblea originaria

Nacer en un país lo obliga a uno a aceptar, de facto, todas las instituciones que en él existen. Esto parece una perogrullada, pero ayuda a entender la situación de los pueblos indígenas de Guatemala y América. Cuando despertaron de la pesadilla de la Conquista, se encontraron inmersos en un conjunto de instituciones ajenas e impuestas, que ellos no habían desarrollado ni elegido, las cuales fueron obligados a aceptar.

En una especie de segundo despertar, si hubiera suficiente conciencia y unidad, los pueblos indígenas podrían elegir sus propios constituyentes, instaurar una asamblea originaria y promulgar su propia constitución o constituciones sin pedirle permiso a nadie. Esto podría ser visto como una amenaza de sedición por el estado criollo ladino y ser reprimido por la fuerza. Sin embargo, esta ruta ilustra lo que varios ancianos y líderes indígenas consideran y sienten acerca de la constitución y del estado de Guatemala y la necesidad de reemplazarlos.

Existe la posibilidad de convocar a una constituyente originaria de los pueblos indígenas – mayas, por ejemplo –, a partir de representantes nombrados según sus propios procedimientos tradicionales y ancestrales. Esta constituyente proclamaría un estado indígena según su propia cosmovisión y normas, recuperando y haciendo suyos todos los derechos y territorios sagrados y económicos que cada pueblo considere necesarios. Como disposiciones transitorias estaría la facultad de llegar a un acuerdo con la república de Guatemala para compatibilizar los dos estados, la facultad para invitar a los pueblos xinka y garinagu a integrarse al estado indígena maya y la negociación con los propietarios de tierras acerca de compensaciones o compromisos para viabilizar la adquisición de los territorios que sean considerados sagrados y económicos.

Esto puede hacerse en forma pacífica, pero asertiva. La reacción del estado de Guatemala es impredecible y puede ir desde el diálogo hasta la represión. La amplitud, profundidad y legitimidad del movimiento indígena serán determinantes en la naturaleza de esta reacción, así como la naturaleza del gobierno que se encuentre en el poder y su grado de simpatía hacia las reivindicaciones indígenas.

El resultado de seguir esta ruta puede ser la creación de un estado binacional, indígena – ladino, en las líneas del planteado por el movimiento MAYAS en 1979.  Este estado binacional puede evolucionar hacia un estado plurinacional conforme los pueblos que lo integren agarren confianza, aprendan y desarrollen sus propias nociones de manejo administrativo y vayan afirmando sus propias versiones de autonomía. Un gobierno progresista y de mentalidad abierta puede reconocer el estado binacional o plurinacional de manera negociada, encontrando compromisos para los puntos conflictivos, mientras que un gobierno conservador y represivo puede llevar esta postura a una guerra civil, en la cual los indígenas llevarían la peor parte.

Por ello, la elección de esta ruta requerirá de un liderazgo iluminado en el movimiento indígena campesino, que vea con claridad las circunstancias políticas y sociales y que pueda transmitir esta claridad a sus integrantes. Un signo alentador es que el discernimiento del electorado guatemalteco ha evolucionado en los últimos años y es previsible que en un plazo de ocho a 12 años siga eligiendo gobiernos de corte progresista.

Ruta 2: asamblea derivada

En esta ruta, el movimiento indígena campesino promovería la creación de un estado plurinacional dentro del marco jurídico e institucional vigente en la república de Guatemala. Para ello, tendría que establecer o restablecer un brazo político, competir en las elecciones y ganar suficientes escaños en el Congreso como para realizar una consulta popular, que le dé el visto bueno a la convocatoria de una asamblea constituyente. En esta asamblea se recrearía el estado de Guatemala por medio de una reforma a su constitución, introduciendo las modificaciones pertinentes.

Aunque la convocatoria a una constituyente requiere dos tercios de los votos de los diputados al Congreso, tal vez no sea necesario llegar a esa cantidad, si se realizan alianzas con quienes simpaticen con la causa. Una simple mayoría puede convencer a suficientes diputados a que se alíen y se sumen al proyecto. Los votos válidos en las elecciones de 2023 fueron 4,201,661 por lo que con unos 2.1 millones de votos en todo el país podría elegirse suficientes diputados como para representar las aspiraciones del movimiento indígena campesino en esta gesta política.

El siguiente paso sería modificar el artículo 279 de la constitución de la república, el cual dicta que los constituyentes deberán ser electos por medio del mismo procedimiento que los diputados al Congreso. Este artículo deberá ser reemplazado por uno que permita la elección de constituyentes en forma directa y partiendo desde las bases populares y rurales. En Guatemala existen unas 35,000 comunidades y una asamblea representativa deberá ser conformada por integrantes de estas comunidades, filtrados por capilaridad a través de las instancias municipales y departamentales.

Un procedimiento simplificado para elegir a estos constituyentes representativos puede estar basado en contactos a nivel municipal y comunitario. Guatemala tiene 340 municipios, por lo que en promedio habría 102 comunidades por cada municipio. Un municipio tiene tres síndicos, diez concejales titulares, un síndico suplente y cuatro concejales suplentes, algunos provenientes de comunidades fuera del casco municipal. Se podría trabajar con los síndicos y concejales, titulares y suplentes, que pertenezcan o sean afines al movimiento indígena para que participen en la identificación y selección de constituyentes y luego agregar los provenientes de las zonas urbanas y los migrantes.

El número de constituyentes puede ser entre 80 y 100. CODECA propuso una asamblea constituyente plurinacional, integrada por 84 constituyentes. De éstos, 40 constituyentes serían electos por los pueblos maya, xinca y garífuna, otros 40 constituyentes serían electos por listado departamental y habría cuatro constituyentes electos por guatemaltecos residentes en el exterior (dos representantes de los EE. UU., uno de México, y uno de Europa).[1] La representación de mujeres y varones sería proporcional.

Una asamblea constituyente así integrada puede modificar la constitución actual y recrear Guatemala como un estado plurinacional. De allí en adelante será cuestión de los pueblos irse organizando y creando naciones autónomas en la medida de sus aspiraciones y posibilidades.

Ruta 3: asamblea producto de movimientos sociales

En los últimos años, las movilizaciones sociales para exigir cambios en el gobierno o respeto a derechos que están siendo vulnerados se han hecho más frecuentes e importantes. La actuación de los 48 cantones de Totonicapán y sus aliados indígenas en defensa de los resultados electorales de 2023 son un ejemplo elocuente. El movimiento indígena campesino puede liderar un movimiento social de alcance nacional y exigir la convocatoria a una constituyente por la vía de las manifestaciones generalizadas y prolongadas. Su éxito dependerá del apoyo que pueda lograr por parte de los ciudadanos y organizaciones, urbanas y rurales.

Se tendría que llegar a un punto donde las exigencias de la población motiven y hasta obliguen al gobierno, a través del Congreso, a convocar a esta constituyente. También sería necesaria la modificación del Art. 279 de la Constitución y la creación de un mecanismo para la elección de constituyentes representativos. Si el gobierno se negara a atender las exigencias de la población, los grupos de manifestantes organizados podrían iniciar el proceso constituyente de manera alegal, lo cual tendría consecuencias difíciles de prever y que van desde una solución negociada hasta una indeseable violencia.

Estas movilizaciones tendrían que ser multitudinarias y de larga duración. La experiencia demuestra que, aunque resulta posible movilizar a un alto número de ciudadanos en torno a una causa común específica, se vuelve más difícil realizar manifestaciones sostenidas a lo largo de varios meses, sobre todo si se trata de una causa más general, como sería la creación de un estado plurinacional. Sin embargo, vale la pena mencionar esta alternativa porque en algunos momentos del pasado ha surgido la inquietud y se ha evaluado la posibilidad de tomar este camino, por lo que se ha vuelto parte del discurso político.

Ruta 4: asamblea de abajo hacia arriba

En esta modalidad, se tomaría la iniciativa de crear o apoyar la creación de regiones indígenas autónomas en aquellos territorios donde sea más viable y posible. Hay poblaciones donde el impulso autonómico se ha manifestado de intención o de hecho, como algunas comunidades cercanas a Cahabón, otras que pertenecen al pueblo Ixil o al pueblo Xinka, la comunidad kaqchikel y los 48 cantones mencionados. La estrategia sería promover y apoyar la creación de regiones autónomas hasta lograr que se hagan realidad, una o varias de ellas.

Con esto se estaría creando un estado plurinacional de hecho. Cuando alcance cierta relevancia, la región o regiones puede solicitar al gobierno de Guatemala su reconocimiento explícito bajo condiciones como las mencionadas arriba. Mientras más naciones haya y más fuertes sean, mayor será la presión que habrá sobre el gobierno para convertir Guatemala en un estado plurinacional, ya sea modificando la Constitución o por medio de leyes como la de Pueblos Indígenas contemplada en el Art. 70, apoyadas con reformas al Código Municipal y algunas reformas constitucionales.

Un posible resultado sería llegar a la aceptación de una asamblea derivada como la descrita arriba. Al igual que en casos anteriores, una vez iniciado el proceso se podría ir sumando nuevos pueblos que se quieran convertir en naciones autónomas. Este proceso sería orgánico y no forzado y se llegaría a un equilibrio entre las naciones indígenas y la región criolla ladina, el cual reflejaría las realidades étnicas y culturales del país.

El Código Municipal de Guatemala contiene casi todas las provisiones para crear regiones autónomas; es poco lo que haría falta añadir. Lo que haría falta sería oficializar los idiomas indígenas en paridad con el castellano y la provisión de mecanismos para incluir representantes de las regiones autónomas en la Corte Suprema de Justicia y otros organismos del estado. Por lo demás, los grupos indígenas interesados podrían elegir corporaciones municipales afines a sus intereses y valerse de las autonomías municipales para crear pequeñas o medianas regiones indígenas autónomas.

El artículo 70 de la Constitución de Guatemala de 1985 ordena la emisión de una Ley de comunidades indígenas, la cual nunca se promulgó. Esta ley podría ser emitida ahora, convirtiéndola en una Ley de naciones indígenas, la cual podría incluir provisiones para complementar, en lo posible, lo que hiciera falta en el Código Municipal para viabilizar las regiones y las naciones indígenas. Trabajar en una adecuada promulgación de esta ley parecería ser un aspecto prioritario para los movimientos indígenas campesinos.

Como se dijo al principio, las rutas descritas pueden ser vistas como alternativas o complementarias. Algunas ya se están siguiendo o se ha intentado seguir, como el esfuerzo que hizo el MLP al participar en la contienda electoral con la propuesta de una asamblea constituyente popular y plurinacional o como lo demuestran los movimientos e impulsos autonómicos en varios pueblos de ascendencia maya. La creación de naciones autónomas y el consecuente estado plurinacional es el resultado lógico de una cada vez mayor afirmación de los derechos humanos, de los derechos de las minorías y de los derechos indígenas. Se han mencionado algunas rutas para lograrlo, pero la Historia siempre sorprende y por supuesto que puede haber más.

[1] CODECA, Vamos por un proceso de asamblea constituyente popular y plurinacional (2016), p. 51,  https://www.dropbox.com/s/gcwupk91rg5bzuw/propuesta-codeca-guatemala-proceso-asamblea-constituyente.pdf?dl=0

 

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