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Apoyado por los sectores económicos transnacionales, el gobierno de Jair Bolsonaro desreguló la minería del litio. Las empresas se instalaron en los valles de los ríos Jequitinhonha y Mucuri, una región que albergaría el 8 por ciento de las reservas internacionales del mineral. Apoyado en la narrativa de la generación de empleos, el proyecto avanza sobre los territorios de los pueblos Aranã, Maxacali, Pankararu y Pataxó. Entre los sectores progresistas, pocos se preguntan si es necesario sacrificar el medio ambiente y las comunidades locales para proveer de minerales a la transición energética internacional.

 El 5 de julio de 2022, el gobierno de Jair Bolsonaro firmó el Decreto N° 11.120, que desreguló el comercio exterior del mineral de litio, los productos químicos orgánicos e inorgánicos fabricados a base de litio, el litio metálico y, las aleaciones de litio y sus derivados. De este modo, las operaciones de exportación e importación de litio dejaron de estar sujetas a criterios, restricciones, límites o condicionantes de ninguna naturaleza, excepto aquellas previstas en la ley o en actos editados por la Cámara de Comercio Exterior.

El Ministerio de Minas y Energía (MME) argumentó que la medida tenía como objetivo dinamizar el mercado brasileño de litio para atraer inversiones para la investigación y producción mineral, incluidas las etapas de procesamiento, producción de componentes y baterías. El proyecto promete la creación de 7.000 empleos directos en la extracción y más de 84.000 puestos directos e indirectos en las cadenas productivas. Esto sin contar la recaudación de regalías y las inversiones para la producción de vehículos eléctricos en Brasil.

La región más beneficiada sería el Valle del Río Jequitinhonha, en el noreste de Minas Gerais, donde se concentra la mayor reserva de litio conocida del país, con alrededor del 8% del potencial mundial. El Valle del Jequitinhonha es considerado una de las regiones con menor Índice de Desarrollo Humano (IDH) en el estado de Minas Gerais, lo cual refuerza la narrativa sobre la implementación de proyectos mineros como solución a la pobreza. Esta narrativa afirma que los proyectos extractivistas ayudarían al país a posicionarse de manera más “competitiva” frente a la creciente demanda de “energías limpias”.

El lito avanza sobre los territorios indígenas

En los valles de los ríos Jequitinhonha y Mucuri viven aldeas y familias dispersas de los pueblos Aranã, Maxacali, Pankararu y Pataxó. También hay 95 comunidades quilombolas certificadas, es decir, una de las mayores concentraciones de comunidades de Brasil. Con la liberalización para la instalación de grandes proyectos de extracción e industrialización de litio, ha habido un aumento significativo de los conflictos relacionados con la tenencia de la tierra y el uso del agua. A esto se suma el desplazamiento de familias y comunidades tradicionales para la creación de áreas de extracción, y la infraestructura y logística asociada.

En octubre de 2023, durante la 54° sesión del Consejo de Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas llevada a cabo en Ginebra, la lideresa Cleonice Pankararu denunció los impactos humanos y ambientales generados por las nuevas empresas mineras de litio instaladas en la región. La bióloga especializada en sustentabilidad explicó que las comunidades indígenas no fueron consultadas sobre el proyecto de litio ni dieron su consentimiento previo, libre e informado. Una situación que se espera que empeore en los próximos años.

En abril de 2023, Pablo Lopes Alves identificó la existencia de 558 procesos mineros de litio en la región. Actualmente, está en trámite en la Asamblea Legislativa de Minas Gerais el Proyecto de Ley N° 1992/2020, que autoriza y establece las condiciones para la creación del Polo Minero e Industrial del Litio en los Valles del Jequitinhonha y del Mucuri. Este megaproyecto abarcaría 14 municipios: Araçuaí, Capelinha, Coronel Murta, Itaobim, Itinga, Malacacheta, Medina, Minas Novas, Pedra Azul, Rubelita, Salinas, Virgem da Lapa, Teófilo Otôni y Turmalina.

Un Plan Nacional de Minería que no respeta la consulta previa

En este contexto, se inició la elaboración del Plan Nacional de Minería 2050, que se espera sea publicado y divulgado a la sociedad en marzo. Los pueblos indígenas están incluidos en el estudio Desarrollo sostenible en la industria mineral brasileña, un informe elaborado por una ingeniera de minas que, en 2020, había sido designada como Directora Ejecutiva de Sostenibilidad de Sigma Lithium, la minera que opera en el Valle del Jequitinhonha.

Si su opinión es la orientación general de la política sobre pueblos indígenas, se prevén presiones sobre las comunidades locales, el Ministerio de los Pueblos Indígenas y la Fundación Nacional de los Pueblos Indígenas (FUNAI). Si bien el documento identifica los instrumentos normativos nacionales e internacionales, la consulta indígena se trata como una simple “recolección de opiniones”, donde la posición de las comunidades afectadas “no es decisiva”. Al igual que lo ocurrido en el pasado, los intereses de los grupos empresariales, en colaboración con los gobiernos de turno, buscan imponerse sobre el derecho originario de los pueblos indígenas.

Es importante señalar que la elaboración del nuevo Plan Nacional de Minería 2050 comenzó a implementarse con el gobierno de Jair Bolsonaro, bajo la hegemonía de sectores económicos y políticos que buscaban una mayor desregulación en la actividad económica, así como una mayor apertura del territorio nacional y de los “recursos naturales” a las inversiones de empresas transnacionales. Con el actual gobierno, ¿cómo se comportarán los sectores “progresistas” frente a la voracidad de la economía capitalista mundial por los “minerales críticos”? Esta es una pregunta abierta.

El capital transnacional busca el litio brasileño

El Plan Nacional Minero 2050 realizó estudios específicos sobre los denominados “minerales críticos”, es decir, aquellos minerales útiles para la denominada transición energética. El estudio analizó la relación entre las cadenas de niobio, aluminio, cobre, litio, tierras raras, níquel, cobalto, grafito, vanadio, uranio y manganeso disponibles en Brasil, y la transición de la matriz energética capitalista mundial.

En el caso de la minería de litio, se observa que en 2022 su extracción estaba concentrada en cinco municipios de Minas Gerais: Itinga, Araçuaí, Nazareno, São Tiago y Divisa Alegre, ubicados en la región del Valle del Río Jequitinhonha. Tres empresas controlan la cadena productiva de litio en la región: la canadiense Sigma Mineração (responsable del 57% de la producción), seguida de la holandesa Advanced Metallurgical Group (AMG) Mineração (con un 34%) y la Companhia Brasileira de Lítio (con un 9%).

Ocho empresas de Silicon Valley quieren crear el Colossus Cluster Minas Gerais, en el aeropuerto industrial de Confins, con el objetivo de producir baterías de litio y vehículos eléctricos.

La cadena productiva de litio en Brasil ha tenido un crecimiento acelerado en los últimos años, desde su extracción y procesamiento hasta los productos, usos y exportación. En 2020, los seis principales destinos de óxidos e hidróxidos del litio producido en el mundo fueron Corea del Sur, la Unión Europea, India, Países Bajos, Japón y Estados Unidos. Además de la instalación de empresas mineras y procesadoras de primer nivel, los acuerdos público-privadas entre grupos empresariales y el gobierno de Minas Gerais han impulsado la instalación de nuevas industrias de la cadena productiva, con niveles más altos de tecnología agregada: se habla de la primera fábrica de celdas de batería de litio-azufre del mundo, mientras que ocho empresas de Silicon Valley quieren crear el Colossus Cluster Minas Gerais, en el aeropuerto industrial de Confins, con el objetivo de producir baterías de litio y vehículos eléctricos.

Por su parte, la Bravo Motor Company (ArqBravo Group) anunció la instalación de una “gigafábrica” de vehículos eléctricos y paquetes de baterías. También circulan rumores sobre un posible interés de inversión por parte del empresario Elon Musk. Estos anuncios demuestran un creciente interés en transferir plantas industriales, inversiones privadas y asociaciones público-privadas de los capitalismos centrales hacia las regiones periféricas en donde se extrae el litio. De este modo, se están formando complejos industriales en regiones relativamente cercanas y con mejores condiciones logísticas e incentivos.

Un sacrificio que nadie se cuestiona

A pesar del interés internacional, el estudio sobre “minerales para la transición energética” no oculta que hay graves riesgos en la extracción y procesamiento de litio. Destaca los recurrentes daños ambientales derivados de los procesos extractivos a cielo abierto, así como algunas consecuencias en las sociedades y en la salud humana.

1) la intervención en el paisaje natural y el impacto en la memoria colectiva de la población

2) la interferencia en los ecosistemas, ya sea a través de la destrucción directa de hábitats o a través de la extracción, tratamiento y transporte del mineral

3) la liberación de partículas sobre la vegetación y las poblaciones de las zonas de minería

4) el impacto en los acuíferos y agua superficiales, con perjuicio del suministro de agua para la agricultura

5) las emisiones de ruido que perturban la matriz sonora de la región

6) las vibraciones, la sobrecarga de vehículos pesados en las carreteras y el aumento de las emisiones de sustancias contaminantes en los pueblos

7) el efecto acumulativo de los problemas anteriores, debido a la sobrecarga de explotaciones bajo una región.

Curiosamente, el estudio no aborda el consumo energético, la emisión de CO2, las tecnologías de tratamiento de gases, la automatización, el uso de agua y la generación de residuos de la cadena productiva brasileña del litio, argumentando la falta de datos confiables.

La extracción de litio en la región del Valle del Río Jequitinhonha abre la discusión sobre los costos humanos y ambientales que implica la producción de minerales para la llamada “transición energética”. En Brasil, son muy pocos los que se preguntan qué regiones serán sacrificadas para que se puedan extraer e industrializar los minerales necesarios para la transición de la matriz energética capitalista mundial, supuestamente “más limpia”. Menos aún se preguntan qué comunidades locales, indígenas y no indígenas, serán destruidas para producir la parafernalia tecnológica que caracteriza “el modo de vida moderno”.


Fuente: servindi.org

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