Marco Panatonic, cineasta quechua, junto a su comunidad en Chumbivilcas, alumbra la oscuridad peruana desde el Ande con su película titulada: Kinra (nombre de la comunidad rural quechua de donde nunca salió Panatonic), producida en el Cusco, en el año 2023
Esta auto narrativa comunal quechua (sobre las complejidades del entramado de la Vida andina rural), llevada a la pantalla grande, ni bien acaba de salir y ya recibió premios hasta en el Festival Mar de Plata, y en otros certámenes. Y al momento, se expone en las carteleras del Perú, junto a otras «superproducciones» de Hollywood.
En nuestro paso por la ciudad quechua del Cusco disfrutamos de la presentación de Kinra, nada menos que en el cinema del centro comercial más moderna de la ciudad.
En un país donde incluso desde la época colonial española estaba prohibido el uso del idioma quechua (por razones de resistencias o rebeliones) hacer películas premiadas en quechua, y con quechuas, es ya todo un atrevimiento. Sobre todo en épocas donde la crispación del racismo etnofágico estatal masacró vidas de quechuas indignados durante las últimas movilizaciones populares.
Desde un lente decolonial, el auto relato comunal en Kinra es todo un espejo gigante y profundo que sacude al síndrome de la esquizofrenia cultural e identitaria que permea la subjetividad individual y colectiva de la «peruanidad» urbanizada y aspiracional. Es agua bendita que cae sobre la maldición del: «Vivir renegando de lo que somos y deseando lo que no somos (ni lo seremos nunca)». Por ello, más de alguno abandona la sala del cine antes que concluya la presentación, porque es una película que nos narra en quechua a las y los quechuas las contradicciones existenciales a las que nos condena la bicentenaria república criolla peruana. Otros, en cambio, concluyen la película, y salen meditabundos de la sala, porque en sí misma esta obra cinematográfica es una terapia decolonial para quechuas que se esfuerzan por ser peruanos permitidos.
La película no se agota en la migración interna (de Chumbivilcas, premoderna, al Cusco, moderno), ni tampoco es una etnografía folclórica que busca satisfacer el mercado del turismo cinematográfico. Ante todo, es un abordaje complejo de la complejidad del proceso colonial que permea la vida cotidiana del andino que intenta vender su ser para ser admitido como ciudadano en una república etnofágica, como es el Perú.
En la década de los 60 y 80, del pasado siglo, lo que llamamos Bolivia tuvo sus películas nativas, con nativos, bajo los títulos de Llushicaimanta (fuera de aquí) o la Nación Clandestina, ambas de Ukamau. Ahora, al parecer, quechuas del Sur Andino, del llamado Perú, también cuentan con una colosal obra cinematográfica propia. Felicitaciones a Marco Panatonic por salir de Kinra para quedarse en Kinra.
Fuente: ollantayitzamna.com