
Fuentes: El diario
Las consecuencias mal atendidas de la transición ecológica abonan el terreno para los ataques de la ultraderecha contra el ecologismo, que los partidos conservadores imitan en su disputa por ese espacio electoral
Más petróleo, más talas, más pesticidas. Menos lobos, menos ONG ecologistas. Socavar las políticas ambientales está de moda. Tras años de atacar constantemente al movimiento feminista, la derecha y la ultraderecha están tirando ahora a casi todo lo verde que se mueve. Desde la desprotección de tierras para “perforar, baby, perforar” en EEUU a la demonización del Acuerdo Verde en España pasando por el ataque a las ONG ambientalistas en la Unión Europea.
La ultraderecha en Europa o EEUU “ha enfatizado los impactos negativos desigualmente distribuidos que podrían tener las políticas verdes” y los partidos de la derecha tradicional los han seguido a la caza de esos posibles votos. El resultado es un evidente retroceso en medidas ambientales, según analizan expertos de centros como el Instituto Jacques Delors o el Centro para el Progreso de EEUU.
“Los ataques de la internacional reaccionaria contra el ecologismo no son una mera casualidad”, afirma el ex eurodiputado, Florent Marcellesi. Como ocurre con lo violeta, “lo verde es uno de los principales campos de batalla cultural y política”. Alejado ahora de los partidos, el experto en políticas climáticas y transición justa insiste en que “la ecología es para Trump, Milei y sus socios europeos la antítesis de su modelo de sociedad porque propone más reglas de juego para proteger a las personas y el planeta y ellos buscan exactamente lo contrario: terminar con cualquier marco regulatorio ecosocial que vaya en contra de sus intereses”.
La ecología es para Trump, Milei y sus socios europeos la antítesis de su modelo de sociedad porque propone más reglas para proteger a las personas y el planeta y ellos buscan lo contrario: terminar con cualquier marco regulatorio ecosocial que vaya en contra de sus intereses (Florent Marcellesi — Experto en políticas climáticas y de transición justa)
La ola invade casi cualquier parcela. No es solo levantar la salvaguarda a grandes superficies para buscar petróleo o gas en las aguas de EEUU, es también firmar órdenes para “revigorizar la preciosa industria del carbón limpio” en ese país o decretar un “incremento inmediato de la producción nacional de madera” con autorizaciones más rápidas para que la Ley de Especies Protegidas no retrase proyectos forestales.
Miméticamente, en la Unión Europea, el Partido Popular Europeo propuso una “moratoria” en el desarrollo del Acuerdo Verde para, dijeron, acompasarlo mejor con el crecimiento económico. El presidente francés Emmanuel Macron se apuntó pidiendo un “receso regulatorio” sobre las normas ambientales de la Unión.
Hace un par de semanas, los grupos conservadores y ultraderechistas pusieron su mirada en las ONG ambientalistas a las que quieren retirar o dificultar la financiación europea que llega con el emblemático programa LIFE. Los acusan de hacer lobby a favor del Acuerdo Verde. “Nos tienen en la diana”, han expresado estas organizaciones.
Instrumentalización de la agenda verde
El Instituto Jacques Delors ha analizado los desafíos del Acuerdo Verde Europeo a la luz del ascenso de la ultraderecha: “Las políticas energéticas y climáticas están comenzando a tener un impacto más directo en la vida diaria de los ciudadanos, por lo que una consideración insuficiente de los aspectos sociales de esta transición lleva a una instrumentalización sencilla de las políticas verdes por parte de estos partidos para ganar votos”. Esto ha ocurrido -prosigue- en Suecia, Italia o Alemania.
La ultraderecha ha presentado estas políticas como algo “en contra de la clase trabajadora” y los partidos de la derecha tradicional “han imitado” esta visión “como arma política”, según lo explica el investigador del Centro para el Progreso de EEUU, Robert Benson.
En este sentido, Marcellesi añade que “el antiecologismo se ha convertido en una seña de identidad para activar a un electorado resentido por su degradación social y económica”.
El PP, arrastrado por Vox
En España, “Vox ha desarrollado una narrativa medioambiental en la que retrata la vida rural como ‘bajo amenaza’ por las políticas progresistas”, explica esta investigación publicada en la revista Current History. Y el Partido Popular se acerca a posturas similares, no solo por estrategia electoral como indicaban los expertos, sino porque precisa el apoyo de los ultras, como en el caso de la aprobación de presupuestos en la Comunitat Valenciana.
Aquí, el ambiente antiverde en la Unión Europea sirvió para tumbar el Plan Nacional de Uso Sostenible de los Productos Fitosanitarios, que planeaba reducir el uso de pesticidas, porque la Comisión de Ursula von der Leyen había paralizado una normativa similar. El Green Deal europeo ya es llamado “ecologismo de salón” y se han paralizado programas de reintroducción del lince, convertido en un “peligro” para la producción agrícola.
El pasado 21 de marzo, el PP consiguió, con gran estruendo mediático, que se reinstaurara la caza de lobos mediante una enmienda en la ley contra el desperdicio alimentario. Pero, al mismo tiempo, tanto PP como Vox intentaron ‘colar’ una moción extra en la misma norma para ralentizar o entorpecer el desmantelamiento de azudes y barreras obsoletas en los ríos. Se trataba de una enmienda hija del bulo expandido por los ultras sobre la (falsa) destrucción de presas y su (incierta) relación con la sequía llevada al Congreso. Se rechazó por solo cuatro votos.
“Aunque el Partido Popular no abraza completamente las posiciones de Vox, ambos partidos se han aliado para obstaculizar una transición verde sustantiva”, concluye este trabajo sobre la crisis del centro político y el negacionismo climático en España de los investigadores Camil Ungureanu, Marc Santjaume-Calvet y Balsa Lubarda. El análisis, publicado en el Consorcio Europeo de Investigación Política, explica que “el caso español muestra que el obstruccionismo climático no se circunscribe a la ultraderecha. Aunque no pueda aplicarse universalmente, los partidos de centro-derecha, desde EEUU a Austria, Reino Unido o India, están causando consecuencias terribles a las políticas climáticas”.
Florent Marcellesi remata que “el Green New Deal o la Agenda 2030 son chivos expiatorios perfectos para explicar los males de este mundo y desviar la atención de los problemas reales, como pueden ser la desigualdad o el cambio climático. Presentar la ecología como enemigo número uno forma parte de una estrategia consciente y coordinada y es uno de los motores claves de la agenda reaccionaria a nivel mundial, europeo y español”.
Fuente: rebelion.org