Ollantay Itzamná
El presidente de Guatemala, Bernardo Arévalo, acaba de firmar un Compromiso Agrario entre el Gobierno y las organizaciones campesinas de UVOC, CUC, CCDA y Nuevo Día, cuya conclusión dice: “(…), Bernardo Arévalo, suscribe el presente documento cuyo contenido, debidamente cumplido, tendrá como consecuencia no sólo iniciar un proceso de abordaje de los problemas estructurales del país, secularmente desatendidos, sino que también el fortalecimiento de la convicción democrática que el diálogo es el camino para encontrar soluciones sostenibles a los problemas nacionales”.
El objetivo es dialogar con estas 4 organizaciones para reimpulsar la política agraria neoliberal, vía compraventa de tierras (Fondo de Tierras), como está establecido en el ya olvidado Acuerdos de Paz.
Compromisos sin financiamiento, ni plazos
Entre los compromisos asumidos: Atender dos tipos de conflictividad agraria: la urgente y la acumulada (no explica la diferencia), garantizar acceso a tierra (vía fondo de tierras, siempre que el campesino pueda pagar el precio del mercado), promover “economía poliactiva” (no sólo producción agropecuaria, sino también otras actividades económicas en el campo), articular tres zonas territoriales campesinas (Altiplano, Verapaces y corredor seco), y crear una coordinación permanente entre dirigentes de estas 4 organizaciones y la secretaria privada presidencial.
El acuerdo no hace ninguna referencia a presupuesto alguno, ni tampoco indica la cantidad de tierra disponible a entregar (vía compra venta). Es un documento técnico en su lenguaje, pero sin variables medibles o cuantificables en el tiempo.
Los grandes ausentes en el Acuerdo: indígenas y campesinos
En Guatemala, cerca de 8 millones de campesin@s subsisten respirando con las remesas económicas de sus familiares en los EEUU. Estas personas, que también producen en la tierra para alimentar al país, necesitan otro mecanismo de participación/decisión para abordar el desafiante asunto agrario en Guatemala. Para nadie ya es desconocido que la sociedad civil organizada (ONG) no expresa, ni representa las aspiraciones de las familias campesinas.
Otro actor colectivo de trabajadores de la tierra ausentes en el Acuerdo son las comunidades en resistencia y los pueblos originarios. Mayas y xincas también cultivan la tierra y alimentan al país. Un Acuerdo Agrario sin comunidades y pueblos originarios suena a racismo.
El compromiso agrario que firmó el presidente Arévalo, no toca los “pecados capitales” del bicentenario Agro en Guatemala (histórico despojo inmoral de la tierra, acaparamiento inhumano, servidumbre indocampesina en los monocultivos, anulación de los derechos laborales, desigual guerra silente por el agua, etc.). Pero, tampoco refiere a la amenaza cada vez más real del cambio climático, o los fondos financieros tóxicos que ya están en el país.
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