Haití y República Dominicana comparten la isla. Así suele decirse, aunque “compartir” no parece la palabra apropiada.
Están separadas por una línea fronteriza de casi 400 kilómetros, a lo largo de la cual el gobierno dominicano está construyendo un muro. El muro fue una bandera electoral en las elecciones del año pasado, cuesta alrededor de 120 millones de dólares y ya se inauguró su primera etapa. Está hecho de hormigón y cercas, con puntos de vigilancia con drones y cualquier otra parafernalia tecnológica: su modelo son las fortificaciones que Israel construyó en los Altos del Golán, para asegurar el robo de territorio a Siria.
El 2 de octubre el gobierno de Luis Abinader anunció la expulsión de 10 mil haitianos a la semana. Ya llevan más de 30 mil, entre ellos mujeres embarazadas y menores de edad no acompañados. Las deportaciones masivas no suelen tener miramientos con detalles.
Durante el año 2023, fueron expulsados de Dominicana más de 250 mil personas catalogadas como inmigrantes ilegales. Con la puesta en marcha de la medida gubernamental se estima que las deportaciones se elevarán por sobre el medio millón de almas. Haitiano no es gente, parece decir el gobierno dominicano; si se tiene alguna consideración con ellas y ellos es por el qué dirán (que ya está declarado que no importa) o porque hagan falta como “mano de obra”.
La expulsión masiva es racista, como lo demuestra el hecho de que entre los detenidos para su expulsión han estado cientos de ciudadanos y ciudadanas dominicanas, negras y negros.
La Convención Americana de los Derechos Humanos establece en su artículo 22, numeral 9 que: “Es prohibida la expulsión colectiva de extranjeros”. Tal declaración le vale poco al gobierno dominicano y aquí no hay que presentar pruebas.
Haití ha padecido desde su heroica gesta de independencia, la primera de Nuestra América, bloqueos, invasiones, terremotos y huracanes. El 7 de julio de 2021 fue asesinado su presidente Jovenel Moise, participaron sicarios extranjeros y poco se sabe de quiénes encargaron el magnicidio. Desde entonces, la “solución” planteada desde el extranjero ha tenido dos partes: impusieron un primer ministro al que luego no dejaron entrar al país para crear ahora un gobierno nuevo y trajeron soldados desde Kenya. La experiencia con las anteriores fuerzas de paz no da lugar al optimismo.
Fuente: rebelion.org