En esta foto proporcionada por la oficina de prensa presidencial de El Salvador, guardias penitenciarios trasladan a deportados de EE.UU., presuntos pandilleros venezolanos, al Centro de Reclusión de Terrorismo en Tecoluca, El Salvador, el domingo 16 de marzo de 2025. AP
El pasado 16 de marzo, el gobierno norteamericano, invocando la Ley de Enemigos Extranjeros, de 1798, expulsó desde los EEUU. hacia El Salvador, sin previo proceso legal, cerca de 240 migrantes venezolanos, acusándolos de pertenecer al denominado grupo criminal Tren de Aragua.
El presidente salvadoreño, Nayib Bukele, de manera inédita en la diplomacia internacional, recibió a los migrantes venezolanos, supuestos delincuentes, en su cárcel de máxima seguridad a cambio de 6 millones de dólares anuales norteamericanos prometidos.
De esta manera, el país territorialmente más pequeño de la región, y con la mayor cantidad de sus conciudadanos en la diáspora, se convirtió en el Caín continental que diluye todos los derechos básicos consensuados en materia migratoria en la comunidad internacional.
¿Qué motivó a Bukele a convertir a su país en el Caín regional?
Bukele busca congraciarse con el gobierno norteamericano porque sabe que al finalizar su mandato inconstitucional será juzgado por los delitos cometidos durante el Estado de Excepción que ya lleva aplicando 3 años consecutivos. Su espejo más cercano de su posible futuro inmediato es la suerte del ex presidente hondureño Juan Orlando Hernández, hoy encarcelado en los EEUU.
Además, Bukele, para mantener la espuma mediática de su popularidad, necesita ser actor de noticias espectaculares como el fracasado bitcoin salvadoreño, su extravagante cárcel, y ahora su “diplomacia de presos”.
