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Cuando en 2015 las movilizaciones sociales fueron política e ideológicamente derrotadas, nadie podría imaginar el tamaño de la desgracia. Presumir con que la inmensa victoria era la renuncia, juicio y encarcelamiento de Otto Pérez Molina y algunos de sus secuaces, fue el consuelo que se vendió, negándose a ojos vista que al no avanzar en la transformación profunda del Estado y sus instituciones aquel triunfo era, sin más, una derrota, pues hizo regresar a todos a sus casas y sus labores porque la honestidad «nuevamente» había triunfado.

La llegada de Jimmy Morales rápidamente vino a demostrar que apenas había sucedido un recambio de camarilla en el uso ilegítimo y abusivo del poder público, que el enriquecimiento ilícito era el único plan de gobierno, rodeado de todos los abusos y excesos que las mafias acostumbran. Salieron unos, pero entraron otros peores. Cambiaron las caras, pero permanecieron las formas y los modos. ¡Gloria a Dios en las alturas! Cantaron desde los templos, cómplices predicadores de ambos. Los negocios continuaron igual y peor. A la pandilla capitaneada por Sinibaldi le siguió la de Benito, y a estas la de Miguel Martínez.

Nadie tuvo el valor y la decencia de salir a pedir perdón y disculpas por haber financiado y promovido cínica y descaradamente a Pérez, Baldetti y asociados, y cuando debieron disculparse por Morales lo hicieron obligados, cargados de rencor porque se les pusiera en evidencia, además, apenas se disculparon por el delito de financiamiento electoral ilícito, no por haber impuesto en el poder a un merolico incapaz, cavernario y avorazado depredador de honras y bienes públicos. Y la complicidad del poder económico continuó con el «defensor de la vida y la decencia» Alejandro Giammattei, aunque desde los primeros días se le supo tan ladrón, corrupto e hipócrita como los dos anteriores.

Notorio y más que evidente es que las derechas son por antonomasia hipócritas y corruptas. Se dicen defensoras de la vida, pero defienden, financian, estimulan y practican el genocidio. Se proclaman machos y homófobos simplemente para humillar y discriminar a los y las que exigen ser respetados por su orientación sexual, pero conviven sin prejuicio con quienes les repletan las alforjas de dinero sucio. Se dicen defensores de la familia, pero compran placeres con recursos públicos.

El «catálogo de edecanes» que denunció la ahora exministra de Comunicaciones es la más diáfana y clara imagen de lo que son las ultraderechas, sus voceros y líderes, quienes en público se rasgan vestiduras para defender ¡en nombre de Dios! a los genocidas israelíes, pero en privado (y no tanto) usan a mujeres como objetos sexuales para satisfacer lo que no son capaces de obtener en condiciones de igualdad con sus parejas. Para ellos la sexualidad y el erotismo son apenas mercancías que pueden adquirir porque son «poderosos», tal y como fue denunciado en su momento el expresidente Morales, o pagarlo con recursos públicos como ahora se denuncia. Los pervertidos usan a las «acompañantes» para presumir compañías que por sus normales atributos no son capaces de conquistar. Enlodados en sus deformada visión del mundo, han usado los cargos públicos para servirse de ellos y así poder imaginarse guapos y hermosos, aunque a quien le acompañe le asquea hasta darle la mano.

Incapaces de enfrentar el mundo con honestidad y ética, apenas pueden acceder al poder y el placer comprándolos, engañando y hasta obligando a quien se los provee. Las ultraderechas que nos han gobernado desde 2012 han prostituido todo, han corrompido hasta lo más digno, como son las creencias religiosas, las que usan para esconder sus más abyectas pasiones. Con soez actitud esparcen y proclaman «bendiciones», intentando blanquear la carroña que llevan dentro.

La revelación del «catálogo de servidoras» nos coloca frente a una élite política sucia y asquerosa. Nos retrata de cuerpo entero la pequeñez moral de quienes, con la abierta y absoluta complicidad del poder económico, se han apropiado de las instituciones públicas con el único interés de satisfacer con los recursos públicos sus más oscuros intereses y deseos.

Lamentablemente, poco o casi nada podemos esperar de un Ministerio Público que, llamado a investigar y perseguir la comisión de todos los delitos, está dirigido por alguien que, no nos cansaremos de decir, presentó como propias redacciones e ideas que anteriormente otro profesional había publicado. La fiscal general padece de las mismas aberraciones y faltas que quienes con recursos públicos compraron placeres eróticos, pues, aunque se vista de oveja, es tan lobo como sus compinches. Consuelo Porras y los suyos siempre ven para otro lado cuando de crímenes y delitos en el sector público se refiere. Ella está allí para proveer impunidad a esos políticos que, insistimos, como todos los de ultraderecha, apenas persiguen satisfacer sus deseos e intereses personales, interesados por tanto en mantenerse en el uso ilegal de los cargos a cualquier precio.

Ojalá y la indignación que colmó la paciencia de las clases medias urbanas en 2015, junto al deseo por tener un país más justo y honesto que con ímpetu y entrega manifestaron los pueblos originarios en la coyuntura electoral recién pasada, puedan ahora confluir y, con su exigente y amplia movilización consigamos, no apenas que los proxenetas que ofrecieron y pagaron placeres con recursos públicos sean juzgados, sino que avancemos en la transformación profunda de un Estado cuya organización y estructura está al servicio de los corruptos y sus aliados del poder económico.

Fuente: gazeta.gt

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