Radio Victoria

Cuando el 10 de mayo recién pasado, el gobierno de Bernardo Arévalo optó por ponerse del lado de la sensatez, la justicia y la paz, votando en Naciones Unidas porque se incorpore a Palestina en Naciones Unidas, un aire cargado de frescura, honestidad y decencia parecía comenzar a soplar en el país, donde los gobernantes hasta ahora habían sido siervos dóciles y turiferarios de los más sanguinarios de los regímenes del mundo, como son el Estado sionista que se ha impuesto en Israel y su principal y sangriento aliado, Estados Unidos.

Virgilio Álvarez Aragón | Política y sociedad

Virgilio Álvarez Aragón | Política y sociedad / PUPITRE ROTO

Sin embargo, los de olfato acostumbrado al hedor de la carroña y las heces, ante ese hálito de aire de justicia y humanidad, pegaron el grito en el cielo, zapatearon y amenazaron con interpelaciones groseras y abusivas, no porque fueran jaredíes de ropa negra y pelo ensortijado sobre las orejas, tampoco porque sean seguidores radicales de Lubavitch, el rabino que engolosina a los grandes millonarios de Miami. No, nuestros guajeros de la política y la religión usan las creencias para ver qué más pepenan, por lo que eso de ponerse a tono con los derechos humanos y la justicia no va con ellos. Pero el ministro de Relaciones Exteriores, que si bien contrario a lo que establece la Constitución aceptó ser interpelado por una decisión de política exterior que es competencia exclusiva del Gobierno, en entrevista radial explicó el porqué del voto, dejando en el ambiente la idea de que quienes nos gobiernan no eran apenas personas sensatas sino también serias y responsables.

Como de todos es sabido, el régimen sionista de Israel lleva 325 días masacrando al pueblo palestino con más de cincuenta mil personas asesinadas. Si para el 9 de mayo ─hace ya tres meses─, las cifras corroboradas daban 34 900 palestinos asesinados en los bombardeos, de los cuales más de la tercera parte, casi catorce mil, eran niños, niñas y adolescentes, con las masacres sucedidas en los últimos meses, la cifra necesariamente se ha incrementado. No puede hablarse de una guerra, pues los palestinos muertos no han caído en combate, sino en las calles, en sus casas, en campamentos de refugiados, en hospitales y escuelas, sin portar armas. El Ejército israelí bombardea de manera indiscriminada poblaciones y campamentos, ataca con misiles escuelas, hospitales, universidades y mezquitas, bajo el pretexto de que allí se esconden combatientes, sin mostrar la más mínima evidencia de ello.

Y a pesar de que el acoso y encierro a cielo abierto de la población palestina en un más que evidente apartheid no comenzó en octubre, sino desde que los sionistas se instalaron en sus tierras, mucho antes de la creación del Estado de Israel, el mundo apenas ahora se da cuenta de la masacre, del real y evidente genocidio, y no se hace nada para detenerlo. El voto de Guatemala en aquella histórica sesión de Naciones Unidas, en consecuencia, fue apenas una alerta, un grito desesperado casi infecundo de la inmensa mayoría de gobiernos del mundo, pero, aún así, a los mezquinos corruptos guatemaltecos eso les fue suficiente para intentar un acoso más al Gobierno que no les tira dinero para comprar sus votos en el Congreso y en las Cortes.

Pero cuando al menos en la política exterior parecía todo caminar de acuerdo con la honestidad, la justicia y la decencia, en horas de la tarde del 19 de agosto, la cancillería guatemalteca decidió hacer público un comunicado en el que a voz en cuello informaba a la población ¡y al mundo! que el canciller Carlos Ramiro Martínez había sostenido (sic) una llamada con el ministro de Relaciones Exteriores de Israel, y en el primer párrafo afirma que el guatemalteco

Expresó la solidaridad para con el Pueblo y Gobierno israelí, el deseo por el pronto restablecimiento de la paz y la liberación de las personas secuestradas. La firme condena y profunda preocupación por los ataques terroristas y las consecuencias que estas acciones tienen en cientos de miles de vidas inocentes, en los países vecinos, así como en la paz y estabilidad regional.

En apenas un par de líneas, la cancillería guatemalteca suscribió cien por ciento las mentiras que la propaganda sionista quiere imponer como el relato que justifica su genocidio, eso fue lo que el embajador de Israel en la ONU dijo el 10 de mayo y contra lo que Guatemala votó en aquella ocasión, lo que nos hace pensar que el actual Gobierno tiene una política exterior irresponsable, oportunista, cobarde e incoherente, tratando desesperadamente de borrar con una mano lo que esbozó hace unos meses con la otra.

Sabemos por distintas fuentes confiables que muchos de los rehenes fueron asesinados por el Ejército israelí en sus bombardeos, sus familiares y amigos han realizado masivas movilizaciones para exigir al Gobierno israelí que detenga los bombardeos y priorice la negociación para que los rehenes sobrevivientes puedan llegar a su casa. Si bien la acción militar de la resistencia palestina debe y ha sido condenada, en ese breve comunicado, nuestro gobierno no expresó la más mínima condena por el terror indiscriminado al que Israel tiene sometida a toda la población palestina desde hace ya más de cuatro décadas. Porque la condenable acción del 7 de octubre de 2023 de Hamás fue un acto desesperado para cobrarse los asesinatos y humillaciones a los que diariamente están sometidos los palestinos y que en nada justifica todo el terror, sangre y muerte que en estos diez meses lleva sufriendo ese pueblo.

Pero nuestro canciller fue mucho más lejos, al justificar esas masacres como simples «consecuencias que estas acciones [las de Hamás el 7 de octubre pasado] tienen en cientos de miles de vidas inocentes, en los países vecinos». Con estas palabras, el Gobierno de Guatemala da por válido y justificado el genocidio de todo un pueblo, coincidiendo con las justificaciones que durante décadas los sanguinarios sátrapas guatemaltecos han hecho de las masacres, desaparición forzada y ejecución extrajudicial de cientos de miles guatemaltecos durante la dictadura militar de las décadas de los años setenta y ochenta en Guatemala. Esta justificación del genocidio del pueblo palestino no solo tira por tierra el voto del 10 de mayo pasado, enturbia totalmente la biografía del presidente Arévalo y su canciller, de quienes se sabe fueron «expertos» en negociaciones de paz, en las que obviamente no cabe justificar masacres y ponerse del lado del perpetrador.

Mas si el canciller y el Gobierno con este comunicado buscaban apaciguar a la jauría que dentro del país los acecha, y conseguir cierto apoyo en quienes estimulan y financian el genocidio, como dice la voz popular, «están más perdidos que el hijo de la Llorona». Si Jovel y Jimmy Morales consiguieron sacar a la Cicig a cambio de instalar la embajada de Guatemala en Jerusalén, y Brolo y Giammattei firmaron el tratado de libre comercio con Israel para tener suculentos sobornos, ¿cuál puede ser el premio «político» que Trump o Harris pueden dar a Arévalo y Martínez?, ¡Ninguno! Porque el acoso y ataque sucede dentro, de parte de los otros serviles aliados de los genocidas quienes, por cierto, tienen muchos menos escrúpulos y muchísimas más mañas que los actuales gobernantes.

Porque en esta cuestión tanto republicanos como demócratas estadounidense son igualmente promotores del genocidio palestino y por intereses particulares apoyan abiertamente al régimen sionista. Es la oligarquía judía afincada en Estados Unidos la que financia sus campañas. La American Israel Public Affairs Committee (AIPAC, por sus siglas en inglés) y sus miembros controlan financieramente a los partidos políticos de Estados Unidos y Gran Bretaña, y han conseguido que, por décadas, sus gobiernos sean fieles, no solo al apoyo militar a Israel, sino a la reducción en campos de concentración y masacre del pueblo palestino. En consecuencia, a los sionistas y sus operadores en el gobierno estadounidense, el futuro político de Bernardo Arévalo y su grupo les importa un comino, como no les ha importado para nada que el país se suma en la miseria.

Besar la mano haciendo genuflexos a sionistas y genocidas no servirá de nada a Arévalo y su gobierno, pues tampoco el Cacif les agradecerá que estimulen y hablen bien del tratado de libre comercio Israel-Guatemala. Guatemala importa de Israel el doble de lo que exporta y la dinámica en los últimos tres años ha sido decreciente, a la vez que los principales exportadores e importadores en Guatemala son de origen israelí o tienen vínculos con empresas de ese país. Ese es pues, un tratado que beneficia sí y solo sí a los israelíes. Y con buenos o malos negocios, el Cacif estima más a la canalla del Pacto de Corruptos.

Lamentablemente, de nada le servirá al gobierno de Bernardo Arévalo haberse manchado con la sangre de las víctimas de un genocidio, justificándolo. La red de enemigos no cejará en sus intentos por acorralarlo y, de ser posible, sacarlo del poder. A los que justifican, apoyan y financian el genocidio les dará lo mismo si sobreviven o los deponen del cargo y, entonces, solo aquellos que contra viento y marea han tenido el valor, la dignidad y la justeza de condenar a perpetradores, financistas y especuladores de ese execrable crimen les mostrarán apoyo, pero con reservas, porque no se querrán fiar de quienes ingenua u oportunistamente optaron por justificar ese crimen de lesa humanidad

 

Fuente: gazeta.gt

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