Radio Victoria

La tecnología digital está teniendo un importante y peligroso papel en el genocidio del pueblo palestino.

A medida que avanza la ocupación israelí y se intensifica el asedio a la población palestina, se va también evidenciando el entramado de tecnologías, empresas y negocios que auspician y facilitan la masacre. Más allá de la tecnología bélica de la que siempre ha alardeado el sionismo, en esta ocasión la tecnología de uso civil también tiene un rol determinante.» – Eurídice Cabañes y Judith Membrives i Llorens, “El evangelio según Google: el rol de las tecnologías y las Big Tech en el genocidio palestino”, El Salto, 19/01/ 2024 (https://www.elsaltodiario.com/atenea_cyborg/evangelio-segun-google-rol-tecnologias-big-tech-genocidio-palestino)

Este 7 de octubre se cumplió un año del comienzo de la fase actual del genocidio del Estado sionista de Israel en Palestina, que se extiende hacia El Líbano y otros lugares del mundo árabe. Un elemento característico de este genocidio, y en eso no tiene nada de novedoso, es la exaltación de la tecnología como instrumento bélico. Esa apología de la muerte a través de la utilización de lo más sofisticado de la tecnología en cada época ha caracterizado a todos los genocidios occidentales y masacres coloniales después del 12 de octubre de 1492, fecha emblemática en la historia del colonialismo europeo. No solo es que se rinda culto a esas tecnologías mortíferas sino a su utilización práctica sobre el terreno para masacrar a los pueblos que han caído presas de la expansión europea.

Eso mismo sucede en estos momentos con los asesinos de Israel, cuyos propagandistas exaltan el carácter “inteligente” del genocidio en curso y eso sería lo novedoso de la actual masacre. No el uso de la tecnología, sino de un nuevo tipo de tecnología, la más sofisticada de nuestro tiempo, que hace más pavorosa y destructiva la acción genocida. Nos referimos a la mal llamada Inteligencia Artificial, usada en forma sádica y premeditada contra el pueblo palestino, tomado como un campo de experimentación del que se sacarán “enseñanzas” para las próximas guerras. Y por eso, puede hablarse del Primer Genocidio “Inteligente” de la historia, teniendo en cuenta que el apelativo inteligente hace referencia a la denominación que se le ha dado a cierto tipo de tecnologías hoy en boga y que están siendo empleadas a vasta escala por Israel en sus agresiones criminales contra los palestinos en particular y los árabes en forma más genérica, como se pone de presente en El Líbano.

En este ensayo abordamos dos grandes cuestiones: en primer lugar, algunos de los nexos históricos entre ciencia, tecnología y genocidio que caracterizan la expansión colonialista de Europa; y, en segundo lugar, se analiza lo que sucede en estos instantes en la tierra palestina.

TECNOLOGÍA Y GENOCIDIO

Desde la llegada de Cristóbal Colón a tierras americanas los sucesivos imperios europeos [español, portugués, francés, inglés, holandés, italiano, alemán…] o sus hijos putativos predilectos, los Estados Unidos, han conquistado a los pueblos nativos a sangre y fuego. Ese sometimiento ha sido posible por la superioridad tecnológica, expresada principalmente en el tipo de armas utilizadas [mosquetes, fusiles, cañones, bombas…] y otros artefactos complementarios que desempeñan un papel central en la guerra, en el que se resalta el papel de los medios de transporte [barcos, aviones, trenes, camiones…], así como en el tipo de tácticas militares empleadas y por las enfermedades que han inoculado, involuntaria y voluntariamente, a los pueblos conquistados.

Los españoles que llegaron a tierras americanas pudieron someter a pueblos abrumadoramente superiores en número porque venían provistos de unas armas, instrumentos y animales que los nativos jamás habían visto, lo cual los impactó negativamente, y a eso se debe sumar el impacto exterminador de los gérmenes y enfermedades que trajeron los conquistadores al nuevo mundo. A eso debe agregarse que los conquistadores generaron divisiones entre los indígenas, aprovecharon las escisiones que existían entre ellos y fomentaron la traición, que personificó como nadie la Malinche.

En cuanto a las armas, los españoles tenían espadas, yelmos, petos y otras piezas en sus armaduras, y empleaban lanzas y escudos de acero, un metal desconocido para los indígenas. La infantería española en América estaba provista de una armadura que cubría sus rostros y gran parte de su cuerpo. Los españoles portaban dos clases de armas, que lanzaban proyectiles a cierta distancia: las ballestas y las armas de fuego. Las ballestas podían alcanzar objetivos humanos que se encontraban hasta 350 metros de distancia y las armas de fuego utilizadas eran pequeños cañones y los mosquetes, que se cargaban con pólvora.

Cuando los conquistadores accionaban esas armas, su estruendo, el fuego y humo que producían y el impacto en los cuerpos de los indios generaba pánico y terror que era bien aprovechado por los españoles para someterlos. Eso se complementaban con la utilización de caballos en los combates, un animal que no era conocido en estas tierras, y que al principio era concebido por los indígenas como una sola pieza, formada por el animal y su jinete. Y otro animal que incluso fue más terrorífico que el caballo era el perro de presa, que se usaba para perseguir, destrozar y matar brutalmente a los nativos.  

El genocidio de los pueblos de América se completó con la llegada súbita de nuevos virus, gérmenes y enfermedades que traían los españoles en los barcos, en sus animales y en sus propios cuerpos. Así se consumó lo que algunos autores denominan la conquista epidemiológica de América, que dejo millones de muertos. Nos referimos al impacto de la gripa común, la viruela, el sarampión, el tifo, la tos ferina, la tuberculosis, la peste bubónica, las paperas… Todas estas enfermedades generaron epidemias que asolaron con la población indígena, arrasamiento demográfico que fue un complemento a la violencia directa, la esclavitud, la explotación laboral, la destrucción de las cosechas locales y de los medios de subsistencia de las comunidades autóctonas[1].

La conquista de América por los españoles creó escuela para la posterior conquista de otros pueblos del resto del continente y de otros continentes. Esa “escuela” combinó la superioridad técnica y material evidente (armas y medios de transporte) con formas de organización militar, con una violencia brutal, animales desconocidos (caballos, perros, cabras, vacas…) y con las enfermedades. Eso generó la desestructuración de las sociedades indígenas, la mortandad, el hambre y el sometimiento de los supervivientes a formas de expoliación implantadas por los colonizadores europeos.

Posteriormente, en todos los lugares en donde se implantó el dominio europeo se replicaron gran parte de las características del “modelo español”, aunque por supuesto existieran diferencias en concordancia con circunstancias locales y con el hecho de que otras formas de colonización no implementaron la mezcla racial, pero en esencia los procedimientos del sometimiento colonial han sido similares y se mantienen hasta el día de hoy, aunque hayan cambiado las tecnologías disponibles, tanto en el terreno militar como en los sistemas de transporte. La expansión europea por el mundo produce las masacres coloniales, que son genocidios a pequeña escala, o micro laboratorios de las prácticas genocidas.

Demos un salto cronológico y hablemos de una transformación técnica que fue fundamental en la expansión mundial del imperialismo europeo, nos referimos a la invención del barco a vapor. Este fue usado por primera vez como vehículo de guerra en 1840 en el Líbano y Palestina. Allí se había establecido un bastión del imperio otomano que intentaba construir su propia industria manufacturera de algodón. Esto fue demasiado para el imperio británico que decidió destruir ese proyecto. La marina Real Británica dispuso cuatro barcos para el ataque. El 9 de septiembre de 1840 se empezó a bombardear a Beirut, y la ciudad fue destruida. Las otras ciudades fueron cayendo rápidamente (Latakia, Trípoli, Sidón, Tiro y Haifa). La batalla final se libró en la ciudad portuaria palestina de Acre. Los barcos ingleses la bombardearon sin piedad e hicieron estallar el polvorín, en un ataque previamente planeado. Esta explosión puso fin a la batalla. “Dos regimientos fueron aniquilados y toda criatura viviente en un área de sesenta mil yardas cuadradas dejo de existir; el cómputo de las vidas perdidas variaba de entre mil doscientas hasta dos mil personas”, según informaba un mensaje oficial enviado al primer ministro inglés Lord Palmerston y que se ajusta perfectamente a lo que ahora mismo sucede en Palestina y El Líbano[2].

La devastación fue tal que un periódico inglés de 1841 relataba: “Cadáveres de hombres, mujeres y niños, ennegrecidos por la explosión del polvorín, y mutilados, de la forma más horrorosa, por las balas del cañón, yacían por todas partes, medio enterrados entre las ruinas de los hogares y las fortificaciones: había mujeres buscando a sus maridos, niños buscando a sus padres”[3].

La masacre fue despiadada y el resultado absolutamente desigual, ya que en el ataque no murió ni un solo miembro de la tripulación de los cuatro barcos atacantes. Así se acabó la guerra y se enterró el proyecto otomano de construir su propia manufactura de algodón en la región.

Después, en la Primera Guerra del Opio, los ingleses volvieron a hacer lo mismo: bombardear con sus barcos de vapor en forma brutal para aplastar cualquier resistencia de los chinos.

En la prensa inglesa no dejaban de cantarse alabanzas al nuevo instrumento bélico, de este tenor: “En las aguas de China, al igual que en la costa de Siria, su uso ha producido resultados que asombraron a la humanidad; en el extremo más occidental de Asía y también en su extremo más oriental ‒en China y en Palestina‒, ha puesto fin a guerras que, en circunstancias anteriores, podían haberse prolongado hasta el infinito. No obstante, esos logros, aunque grandiosos e importantes, no tienen comparación con los que serán posibles en el futuro gracias a esa maravillosa energía. El vapor, aún hoy en día, casi personifica la idea de la omnipotencia y la omnipresencia militares; está en todas partes y no hay quien se oponga a él”[4]. Otra revista se regocijaba: “Que la guerra se convierta en un conflicto entre motores de vapor y toda la chusma bárbara del planeta, turcos y tártaros, árabes, indios, africanos y chinos, evidentemente quedarán fuera de combate al instante”[5].

Los mismos voceros del imperialismo inglés eran sinceros al señalar los nexos existentes entre las masacres coloniales y la tecnología más sofisticada de su tiempo. Al respecto, baste señalar un solo ejemplo, el del ingeniero John Turnbull Thompson, quien se desempeñó como agrimensor general de Nueva Zelanda, quien en un discurso pronunciado el 7 de abril de 1874 preguntaba en forma retórica: “¿Qué ha convertido al hombre blanco ‒o, más notoriamente, al anglosajón‒ de raza teutónica tan ampliamente progresivo y agresivo, especialmente en los tiempos más recientes?”. Y él mismo respondía: “Su humanidad (¡sic!) y su ciencia, en combinación con el vapor. Y, ¿qué crea vapor para él? El carbón. Así pues, ¿qué tiene que ver el carbón con nuestra raza? Por lo que sabemos hasta ahora, todo”[6]

Eso mismo lo enfatizaba al comenzar el siglo XX otro apologista del imperialismo inglés, un tal Edward Ross, quien dijo en 1901 en un artículo titulado “Las causas de la superioridad racial”:

“La explotación de la naturaleza y el hombre por medio del vapor y la maquinaria y dirigida por el conocimiento técnico tiene detrás las fuerzas humanas más poderosas que existen, y nada puede detener su triunfante expansión por todo el planeta. El árabe propaga la religión de Mahoma con el Corán en una mano y la espada en la otra. El hombre blanco de hoy propaga su evangelio económico, con un Gatling [una ametralladora] en una mano y una locomotora en la otra[7].

Difícil encontrar más sinceridad y apología de la tecnociencia de la época en su papel genocida y en reconocer, adicionalmente, el papel fundamental de la energía fósil en la expansión inglesa y en el sometimiento de los pueblos de gran parte del mundo al “imperialismo del barco de vapor”.

En resumen, “El vapor provocaba un genocidio ejercitando sus maravillas mecánicas, ante los cuales los salvajes no podían hacer otra cosa que claudicar o morir. Y en general aquello era algo positivo, igual que la salida del sol cada mañana”[8].

En lo sucesivo y durante varias décadas hasta bien extendido el siglo XX, el barco a vapor posibilitó la conquista a punta de cañones, que se convirtió en el método predilecto de los europeos para someter a los pueblos de África y otros lugares del mundo. Al respecto, un solo caso es ilustrativo, el de la conquista de Sudán en 1898. En ese momento se enfrentaron las tropas locales, formadas por 50 mil “derviches”, tal era el apelativo que les habían impuesto los británicos, contra un ejército formado por 8.200 soldados británicos y 17.600 egipcios. En la batalla final, las cañoneras británicas barrieron a los derviches, tal y como lo relató Winston Churchill: “En el momento decisivo entró en escena la cañonera y comenzó de repente a arrojar un diluvio de fuego, con las ametralladoras Maxim, los cañones de fuego rápido y los fusiles. La distancia era corta; el efecto tremendo. La terrible máquina, que flotaba grácilmente sobre las aguas ‒bella pero diabólica‒ quedaba envuelta en humo. De las laderas de los montes Kerreri, atestada de miles de derviches al asalto, surgían nubes de polvo y esquirlas de roca. Los muertos se iban amontonando, y los que venían detrás se detuvieron, vacilando. Era demasiado hasta para ellos”.

El saldo de la batalla fue terriblemente desigual: nueve mil sudaneses muertos, 18 mil heridos y entre las fuerzas anglo-egipcias 48 muertos y 428 heridos. Churchill se regocijaba de tal resultado de esta forma: “Así acabó la batalla de Omdurmán, el triunfo más esplendoroso de las armas de la ciencia sobre la barbarie. En el breve plazo de cinco horas el ejército salvaje más fuerte y mejor armado que se haya formado nunca contra una potencia europea moderna había sido destruido y dispersado sin apenas dificultad, con riesgos comparativamente pequeños y pérdidas insignificantes para los vencedores”[9].

Acá se encuentra una confesión trascendental, sintetizada en la frase “el triunfo más esplendoroso de las armas de la ciencia sobre la barbarie”, con el que queda claro que, para los colonialistas europeos, y Churchill era uno de sus voceros más ilustrados, los genocidios y masacres coloniales se sostenían y apoyaban en lo más avanzado de la ciencia de cada época, en lo más sofisticado de las fuerzas productivas-destructivas que había desarrollado el capitalismo. Eso lo puso de presente otro gran invento de comienzos del siglo XX, la aviación.

A la aviación se le dieron fines militares desde muy temprano, lo cual incrementó la letalidad de las acciones genocidas de las potencias europeas. Eso ya lo vislumbró el general francés Henry-Nicolas Frey en 1911, cuando afirmó:

“El dominio del aire permite a los europeos: 1) ejercer una vigilancia fácil, rápida y continua de las tribus nómadas bárbaras y de poblaciones numerosas y civilizadas que son por naturaleza suspicaces, hostiles y proclives a la rebelión; 2) intervenir, con la rapidez de un ave de presa, en lugares amenazados o revueltos llevando allí, si es necesario, armas de destrucción formidables contra las cuales resultan vanas la astucia y los trucos ingeniosos a los que recurren las razas llamadas ‘inferiores’ […]; 3) establecer así los fundamentos más sólidos para la dominación de esas tribus y razas”[10].

En ese mismo 1911 se llevó a cabo la primera operación de bombardeo aéreo de la historia, cuando tropas italianas atacaron a los pobladores de Libia, por entonces una provincia del imperio otomano. Desde el aire se lanzaron bombas de dos kilos que el piloto maniobraba desde el costado del aeroplano. La “enseñanza” italiana fue asimilada por otras potencias de la época, como Estados Unidos que la utilizó en México para perseguir a las tropas de Pancho Villa e Inglaterra que las usó en Irak luego de que en la Primera Guerra Mundial se dieran enfrentamientos aéreos entre las potencias europeas. Esto dio paso al uso de la aviación en el terreno militar, que se siguen empleando hasta el día de hoy por las potencias imperialistas y colonialistas, como lo hace con sadismo genocida Israel.

A propósito, valga recordar que, en 1919, el inglés Sir Hugt Trenchard afirmaba, con referencia a Palestina, Mesopotamia y África oriental, la utilidad de bombardear desde el aire a sus pobladores:

“El estado mayor del aire está convencido de que una acción enérgica y continúa […] debe llevar con el tiempo inexorablemente a la sumisión de las tribus más recalcitrantes sin el uso de medidas punitivas por tropas terrestres. […] Con ciertas razas obstinadas el tiempo es esencial para demostrarles la futilidad de la resistencia frente a los ataques aéreos por parte de un pueblo que no posee aviación; por otra parte, la perturbación de las condiciones de vida y la destrucción material causada por una acción aérea severa y persistente acabará obteniendo infaliblemente el resultado deseado”.

En ese mismo momento, Winston Churchill sugirió que, si se quería que los bombardeos aéreos fueran más efectivos a la hora de masacrar nativos en los dominios coloniales ingleses, debería utilizarse el gas mostaza, con el argumento que “infligirá un duro castigo a los nativos recalcitrantes sin causarles graves daños” y “en mi opinión constituye un método científico de ahorrar vidas humanas”. Ese método científico de producir gas mostaza y lanzarlo desde el aire a gente indefensa en los territorios coloniales, era un procedimiento atroz, por los efectos de ese gas que quemaba el cuerpo, producía ceguera, convulsiones y hasta la muerte. Incluso, un militar inglés, el coronel Meinetzhagen, se atrevió a cuestionar a Churchill al afirmar: “Si la gente contra la que lo usamos lo considera un método bárbaro de lucha, sin duda se vengará con métodos igualmente bárbaros […] digamos lo que digamos ese gas es letal. Puede dañar permanentemente la vista, e incluso matar a los niños y las personas enfermas”. Otro inglés sostuvo que “si se puede aceptar el gas mostaza para este tipo de guerra salvaje, sin duda se demostrará más eficiente que cualquier otra forma conocida de terror”.

Y como para que no quedara duda de la implacable lógica genocida de los ingleses, que inyectarán a los sionistas desde entonces, a la hora de señalar cómo deberían ser los bombardeos, el general J. A. Chamier recalcaba: “La Fuerza Área debe, si se le llama para administrar un castigo, hacerlo con toda su fuerza y de una manera adecuada. […]. El ataque con bombas y ametralladoras debe ser implacable e incesante día y noche, sobre casas, habitantes, cosechas y ganado. […] Sé que suena brutal, pero así es cómo debe ser. Si aprenden la lección adecuadamente, en el futuro bastará la amenaza para intimidarlos”.

Y, para dar un ejemplo histórico concreto, citemos las palabras de Bruno Mussolini, hijo del Duce, quien con 18 años había participado en un bombardeo de la aviación italiana en Etiopia:

“Hemos incendiado las colinas boscosas, los campos y las pequeñas aldeas […] Era de lo más divertido (¡sic!) […] Las bombas, apenas tocaban la tierra, estallaban lanzando humo blanco y una enorme llamarada y la hierba seca comenzaba inmediatamente a arder. Pensaba en los animales: ¡Dios, como corrían! […] Cuando se vaciaron los depósitos de bombas comencé a arrojarlas a mano […] Era verdaderamente entretenido (¡sic!) […] Alrededor de cinco mil abisinios, rodeados por un círculo de fuego, tuvieron un abyecto fin. Era como asomarse al infierno”.

En este ataque genocida de Italia contra un territorio que pretendió colonizar se empleó el gas mostaza, el que recomendaba Winston Churchill algunos años antes. Así lo denuncio en el seno de la Sociedad de las Naciones, el emperador etíope Haile Selassie:

“El gobierno italiano no ha dirigido esta guerra únicamente contra los soldados, sino que ha concentrado sus ataques principalmente sobre la gente que vive lejos del campo de batalla, con la intención de aterrorizarla y exterminarla.

Sus aviones llevan incorporados vaporizadores de gas mostaza que pueden esparcir un tenue gas venenoso sobre amplias áreas. Desde finales de enero de 1936 soldados, mujeres, niños, ganado, ríos, lagos y campos se han ido empapando con esa lluvia mortal inacabable. Los comandantes italianos, con la intención de destruir todos los seres vivientes, con la intención de asegurar la destrucción de los cursos de agua y de los pastos, han ordenado a sus aviones circular incesantemente de un lado para otro por todas partes. Ese ha sido su principal método de guerra.

Su aterradora táctica ha tenido éxito. Han muerto multitud de animales y seres humanos. Todos los alcanzados por esa lluvia de muerte caían aullando de dolor. Todos los que bebían el agua envenenada o comían los alimentos contaminados sucumbían, víctimas de una insoportable tortura”.

Las masacres coloniales habían entrado en una nueva fase de terror y muerte, por el uso de la aviación militar, un aparato tecnológico muy sofisticado, que no solo se usaba con fines civiles. De ese momento en adelante, durante todo el resto del siglo XX y hasta el día de hoy, ha sido empleado para masacrar a pueblos enteros, como lo hizo Estados Unidos en Vietnam, Laos y Camboya, en Irak y Afganistán. Y hoy lo emplean con un sadismo sin par los sionistas que masacran a palestinos y libaneses, con la misma satisfacción genocida del hijo de Mussolini. Con eso se comprueba que el Estado de Israel es un heredero directo de las potencias coloniales del mundo occidental, y heredero también de la brutalidad que caracteriza al colonialismo.

Ahora bien, si algún genocidio evidenció los nexos entre ciencia-tecnología y muerte fue el que realizaron los alemanes entre 1933 y 1945. Alemania en el momento de la llegada de los nazis al poder, a pesar del impacto de la pérdida de la Primera Guerra Mundial y de la Gran Depresión, era el país más avanzado de Europa y, en cuanto a desarrollo científico y tecnológico, estaba entre los primeros del mundo. En ese país se encontraban los principales científicos, técnicos e investigadores en los más diversos ámbitos del conocimiento. La industria alemana era una de las más importantes del planeta. Pese a la expulsión, marginamiento, encarcelamiento y migración forzada de intelectuales y científicos de origen judío después de 1933, la ciencia y la tecnología, así como la base industrial y productiva del régimen nazi, siguieron siendo de primero orden a nivel mundial.

En consecuencia, el genocidio que realizaron los alemanes, y que sufrieron comunistas, homosexuales, inválidos, eslavos, judíos, gitanos… se apoyó en lo más avanzado de la tecnociencia de entonces. Eso demuestra que no riñen ni son opuestos los proyectos políticos, sociales y culturales más retrógrados e inhumanos con el conocimiento más sofisticado y con las técnicas más modernas. En matemáticas, física, química, farmacéutica los alemanes iban a la cabeza de la investigación mundial desde finales del siglo XIX y eso se mantuvo hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial.

Los nazis aplicaron los avances científicos para llevar a cabo con más efectividad industrial el genocidio. Para empezar, la investigación científica y su aplicación tecnológica se expresaba en la producción de un inmenso arsenal, en el que figuraban cohetes, misiles, tanques, aviones a reacción, submarinos….

Pero, lo más importante, con respecto a la relación entre tecnología y genocidio se expresa en que la racionalidad burocrática que posibilitó los experimentos biológicos y médicos, así como la existencia y funcionamiento de los campos de concentración eran producto de la aplicación de conocimientos de alto nivel y con la participación de connotados técnicos y científicos. Esto lo enfatizó Herbert Marcuse en 1941:

“El Tercer Reich es, en realidad, una forma de ‘tecnocracia’: las consideraciones técnicas de la eficiencia y la racionalidad imperialistas reemplazan las normas tradicionales de rentabilidad y bienestar general. En la Alemania del nacionalismo, el reino del terror se sostiene no solo por medio de la fuerza bruta, que es independiente de la tecnología, sino también por medio de la ingeniosa manipulación del poder inherente a ella: la intensificación del trabajo, la propaganda, la educación de la juventud y los obreros, la organización de la burocracia gubernamental, industrial y partidista ‒todo lo cual constituyen los elementos cotidianos del terror‒ siguen los dictados de la mayor eficiencia tecnológica. Esta tecnocracia terrorista no puede atribuirse a los requerimientos excepcionales de la ´economía de guerra´, pues es más bien el estado normal del orden de los procesos económicos y sociales nacionalsocialistas, y la tecnología no es sino el principal estimulo de este orden”[11].

En los campos de trabajo y exterminio se utilizaban tecnologías industriales de muerte para esclavizar a millones de seres humanos. Así, en cuatro de esos campos “el programa de aniquilación se llevó a cabo usando gases de tubos de escape para matar a los judíos arrestados; pero HoBe, el comandante del último, considerando poco eficaz este método, adoptó otro distinto, consistente en introducir gas tóxico comercializado como Ziklon en cámaras diseñadas de tal manera que pareciesen duchas colectivas. Llevaba varios meses perfeccionando el método con prisioneros de guerra soviéticos”[12].

Fue tal la sofisticación científica y tecnológica del genocidio nazi que, tras el fin de la guerra y la derrota del nacionalsocialismo y luego de consumado su genocidio, Estados Unidos se robó todo ese conocimiento, y no precisamente para rechazarlo y destruirlo, sino para apropiárselo para sí durante la Guerra Fría y usarlo en sus propios genocidios que va a llevar a cabo en diversos lugares del mundo. Al respecto, una reciente investigación sostiene:

“Una multitud de investigadores reclutados en la industria, las ramas militares y las agencias de inteligencia recorrieron las fábricas y las instituciones de investigación alemanas. Incautaron o copiaron todo tipo de documentos, desde solicitudes de patentes hasta datos de producción de fábricas o revistas científicas. Interrogaron, contrataron e incluso secuestraron a cientos de científicos, ingenieros y técnicos. Estudiaron tecnologías que iban desde la aeronáutica a las cintas de audio, de la fabricación de juguetes a las fresadoras, de los productos químicos a los equipos de carpintería. Se apoderaron de bibliotecas académicas, compitieron celosamente por los químicos y conspiraron para impedir el acceso a los frutos de la invención alemana a cualquier otra nación, incluidos los países aliados”[13].

Se podría decir, para concluir esta primera parte, que han existido genocidios en los cuales no se han aplicado las tecnologías más sofisticadas, sino que se han realizado asesinatos en masa con instrumentos relativamente atrasados. Eso es cierto, como lo comprueba el caso de Ruanda, donde el exterminio de la población Tutsi, por parte del gobierno Hutu, se efectuó con machetes, azadas, hachas, cuchillos y martillos. En la compra de esos artefactos, que venían del mercado mundial capitalista, se gastaron cinco millones de dólares, una cifra significativa si se tiene en cuenta que Ruanda es uno de los países más pobres de la tierra. 

Dada esa pobreza, los que prepararon y organizaron el genocidio de los tutsis recurrieron a lo que podían adquirir para consumar la matanza. Si hubieran tenido capital habrían comprado aviones y otros instrumentos sofisticados para matar a los que presentaban como sus enemigos ancestrales, y a los que llamaban ratas y cucarachas. Y, de todas maneras, existe un nexo con la producción sofisticada porque, así los instrumentos usados pudieran considerarse “primitivos”, se generaban en empresas que funcionan con la lógica capitalista de producción en serie de cualquier producto destinado a diversos usos, entre ellos los de matar masivamente, tal y como aconteció en Ruanda en los terribles cien días de 1994. Y aunque este genocidio se dio entre pueblos africanos, la presencia europea se encuentra en el trasfondo de dominación colonial y en la pasividad del Occidente Imperial que no hizo nada para impedir esa aterradora masacre.

EL GENOCIDIO “INTELIGENTE” DE ISRAEL

Israel presume de ser un país moderno, con un notable desarrollo científico y tecnológico aplicado directamente a la guerra y a la muerte. Y eso no lo ocultan ni sus mandamases ni sus apologistas a nivel mundial. Es sabido que desde hace décadas Israel utiliza los territorios ocupados de Palestina, así como los de otros países vecinos, como laboratorio de experimentación en el ámbito militar. Armas, bombas, mecanismos de tortura, instrumentos de control y vigilancia… son probados en el territorio y cuerpo de los palestinos y luego son exportados al mercado mundial de la muerte y el horror. E Israel presume que los instrumentos de guerra y de vigilancia están debidamente probados y no hay que esperar hipotéticos resultados hacia el futuro, porque ya han sido testados en territorios reales de guerra.

Lo que viene sucediendo en el último año reafirma estas prácticas terroristas que son propias de Israel desde que existe como Estado y que ahora innova con la aplicación a escala masiva de la “Inteligencia Artificial” en el actual genocidio. Eso se hace de varias maneras, que describimos en forma sucinta.

Medios de identificación de los palestinos: Desde hace mucho tiempo, las Fuerzas Armadas de Israel tienen mecanismos de identificación de los habitantes de los territorios ocupados, los cuales se han sofisticado en los últimos años mediante el sistema experimental de reconocimiento facial que se conoce como Red Wolf. Este instrumento se basa en el empleo de una densa red de cámaras de circuito cerrado, con el objetivo de tener vigilada las 24 horas del día a la Franja de Gaza. Para alimentar la red, los soldados toman fotografías a toda hora de los rostros de los habitantes de la franja, cuyas imágenes se envían en forma inmediata a los puntos de control. De esa forma, en Israel saben el nombre, la ocupación y lo que hace hasta el último habitante del territorio ocupado.

Esa identificación forzada, que viola elementales derechos individuales, ahora es más fácil y directa con el uso de los teléfonos celulares, lo que posibilita que cualquier soldado cuando le venga en gana activa su móvil y registra la cara y el cuerpo de los palestinos y esos datos son archivados en forma inmediata y usados en contra de la voluntad de los habitantes de los territorios ocupados, incluso para asesinarlos[14].

Sistemas de control y de vigilancia perpetúa: Los territorios ocupados de Palestina se han convertido en zonas inexpugnables para sus propios habitantes, que no pueden desplazarse porque el espacio está dividido en múltiples fragmentos por muros de hormigón, alambre de púas, sofisticadas alarmas y militares armados hasta los dientes. Esos territorios soportan un apartheid tecno-digital y, como en el panóptico de Jeremías Bentham, sus habitantes son controlados y vigilados de día y de noche, en las calles, parques, plazas púbicas y en sus propias casas. La IA proporciona técnicas de reconocimiento facial, de espionaje electrónico, de seguimiento y de geolocalización.  Esto hace que ya no sea necesaria la documentación física para controlar a la población, aunque los ocupantes del sionismo sigan exigiendo esos papeles para hacer más difícil la vida cotidiana de los palestinos. Las cámaras de vigilancia están en todas partes y ellas registran el movimiento de las personas y de los automóviles, que son identificados en cualquier lugar en que se encuentren.

Para captar el carácter orwelliano del control de los sionistas debe indicarse que a todo aparato microelectrónico que llegase a ingresar a los territorios ocupados (empezando por el teléfono móvil) por el paso fronterizo de Kerem Shalom se le implantan micrófonos, de tal forma que las FDI vigilan y escuchan cualquier conversación de un habitante de Gaza o de Cisjordania[15].

-Selección de los blancos a bombardear: A partir de programas de IA, entre los que se encuentran Lavender y The Gospel, Israel masacra a millares de seres humanos. Ese sistema torna más masivo, inmediato e indiscriminado el asesinato de los palestinos, que son seleccionados por los programas de IA, a partir de los criterios de discriminación propios del racismo sionista, que atribuye unos rasgos específicos a las personas para identificarlos como miembros de Hamas. Y cuando se están escogiendo los blancos a bombardear, simplemente se activa el programa de IA y este determina dónde debe atacarse. La diferencia entre los dos sistemas, que los torna complementarios, radica en que The Gospel marca las casas y edificios que serán bombardeadas, mientras Lavender marca a los individuos que van a ser masacrados.  

Según los militares de Israel esto les ahorra el trabajo de escoger “manualmente” los “enemigos” que deben matarse, resulta más fácil y barato y hacia allí lanza las “bombas tontas” si se trata de atacar militantes rasos de bajo rango o a quienes se les califica como tal. Un soldado que escoge el palestino que va a masacrar gasta 20 segundos en seleccionarlo antes de autorizar el bombardeo señalado por Lavender, pese a que se reconozca que el sistema se equivoca en el 10% de los casos y marca a personas que tienen una conexión difusa con Hamas o no tiene ninguna.

Se ataca en forma sistemática a personas que son señaladas como objetivos en sus propias casas, lo cual aumenta la letalidad de los bombardeos, puesto que son masacrados niños, mujeres y ancianos, que han sido identificados como miembros de Hamas o que se encuentran allí en medio de alguien al cual el sistema señala de ser “terrorista”. Así se masacra a familias enteras. Los militares dan la orden para que se proceda al bombardeo inteligente, tan inteligente que mata y destruye todo lo que se encuentra a su paso.

Esos programas bélicos están alimentados con información que procede de diversas fuentes: de satélites, de drones, de cámaras de vigilancia, redes sociales, teléfonos móviles e información recogida en el campo de batalla, imágenes de Google…

Luego de ellos se procede a bombardear sin importar que junto al blanco seleccionado se mate a decenas de personas. Lo que hace que esos sistemas de IA sean bastante tontos a la hora de matar, porque su objetivo está predeterminado desde el momento mismo de su concepción con el racismo y discriminación propio del sionismo. En esas circunstancias, en los ataques que Lavender señala se mata entre 15 y 20 personas por cada militante y si de un alto dirigente se trata se masacra hasta 100 civiles. La máquina toma la decisión de matar y los militares no contrastan esa información y simplemente proceden a ponerla en marcha. Incluso, en los mandos militares de Israel se acepta como un daño colateral válido que por cada mando de Hamas o de la Yihad Islámica mueran hasta 400 civiles. Esto es lo que puede llamarse en sentido estricto la automatización del genocidio[16].

Otra plataforma digital utilizada por Israel se denomina El Evangelio y tiene como objetivo proporcionar a través de IA una lista diaria de los miembros de Hamas según su ubicación. Funciona como si fuera un semáforo que muestra el nivel de riesgo: rojo, para no atacar; amarillo, en duda; y, verde, el objetivo a bombardear.

Con estos sistemas de IA, Israel paso de ubicar 50 objetivos a atacar en un año a cien por día y a diseñar una base de datos, en la que aparecen registrados unos 40 mil palestinos, identificados como miembros de Hamas, y por tanto designados como objetivos a ser asesinados en cualquier momento.  Este sistema ha sido denominado en forma precisa como la “fábrica de asesinatos masivos”[17].

-Algoritmos de control del relato: La IA no opera solamente en el terreno bélico directo, sino que es usada por Israel en su guerra de mentiras, desinformación y propaganda, en la que se presenta como una pobre víctima que es asediada por crueles enemigos. Para hacer convincente ese relato de odio, mentiras y racismo, Israel ha diseñado una máquina de desinformación, en la cual la IA desempeña un papel crucial, puesto que el destino de esas mentiras es la opinión pública del mundo y no tanto la interna, que está alineada en forma mayoritaria con el sionismo y sus crímenes. Acá opera la big tech data, como se comprueba en el espacio digital en donde la propaganda pro-sionista es dominante y donde se borra y censura la información que denuncia sus crímenes y suministre información sobre los palestinos y sus luchas, mediante la utilización de algoritmos favorables al sionismo.  

En este terreno digital juegan un rol importante los sistemas de recomendación de contenidos que usan los medios de comunicación digitales. Por eso, no sorprende que grandes empresas de ese mercado, como Outbrain y Taboola, que están radicadas en Israel, apoyen el genocidio y se encarguen de descalificar y censurar como antisemita cualquier crítica y denuncia que se haga de los crímenes de Israel.

Peor aún, Google está creando el Proyecto Nimbus, que tiene el objetivo de hacer desaparecer al pueblo palestino en Internet, como si nunca hubiera existido. Esto pretende ocultar el genocidio o mejor negarlo como si nunca hubiera existido para que caiga en el olvido absoluto, a partir del presupuesto de que si los palestinos nunca existieron Israel no llevó a cabo nunca un genocidio, porque no es posible matar lo inexistente[18]

LOS GURUS DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL Y EL GENOCIDIO

Los sistemas de IA que usa Israel en el genocidio de los palestinos no son producto de su ingenio e inventiva, porque esos sistemas están ligados al poder de las grandes empresas multinacionales del mundo informático y digital. De esa forma, Google, Amazon, Microsoft…colaboran con el Pentágono en impulsar programas militares y están aliados con el Estado sionista de Israel.

Amazon, por ejemplo, tiene acuerdos con Israel desde 2014 en servicios en la nube, sistema de vigilancia, reconocimiento facial y aviación militar. Eso se ha ampliado con el Proyecto Nimbus, conjuntamente entre Amazon y Google, que tiene el objetivo de proporcionar servicios en la nube directamente al ejército de Israel. Esto significa que los ataques militares, los bombardeos, la ocupación y destrucción de escuelas, universidades y hospitales dependen de servidores virtuales y de comunicación digital, puesto que las empresas mencionadas proporcionan la base de datos, el depósito de información que posibilita la acción genocida de Israel. Se está hablando, entonces, de una “cadena de muerte digital”, en la que intervienen las grandes empresas del mundo informático, las universidades y centros de investigación de Israel, Estados Unidos y países europeos y los militares de alto y bajo rango con la finalidad de masacrar a los palestinos de una manera más rápida y eficaz. Ya no es solo la industrialización de la muerte al estilo nazi, sino la gestión digital del genocidio mediante la utilización de sofisticados programas de IA, diseñados especialmente para hacer más efectivo ese propósito criminal.

La participación de la “Comunidad Internacional de Delincuentes” en el genocidio se expresa en el hecho de que 300 empresas multinacionales que se presentan como lideres del mundo tecnológico tienen centros de investigación en Israel y representan el 50% del gasto en I+D que se hace en el ente sionista. Muchas de esas corporaciones transnacionales han comprado empresas de Israel y los principales unicornios del sector informático se encuentran en ese país. Todos ellos son coparticipes directos en el genocidio, tanto porque intervienen en el desarrollo de armas y sistemas de control y represión, como porque brindan su apoyo económico, ideológico y cultural al sionismo asesino. 

Otro de los gurús de la tecnología que apoya abiertamente a Israel es Elon Musk, principalmente a través de la red de satélites Starlink, de los que cuenta con 5.500, una cifra asombrosa porque se trata de una empresa privada, que tiene el aval de los Estados Unidos. Los servicios de Starlink han sido empleados en Gaza en hospitales, con el fin de permitir comunicación avanzada por satélite y realizar todo tipo de atrocidades por parte de Israel, como lo ha hecho en el hospital Al-Shifa, donde tras un brutal asedio se le destruyó y fueron masacrados cientos de palestinos que fueron enterrados por las tropas sionistas en fosas comunes[19].

Otra empresa involucrada en el genocidio en Gaza es Palantir Technologies, responsable directa del asesinato de miles de palestinos. Esta empresa fundada en 2003 por una empresa de capital de riesgo de la CIA se ha convertido en un surtidor de productos tecnológicos a agencias gubernamentales de Estados Unidos y de allí no resultó difícil establecer nexos con Israel. En pleno genocidio, en enero de 2024 firmó un acuerdo con Israel destinado a apoyar misiones relacionada con la guerra, es decir, con el genocidio de los palestinos. 

La compañía ofrece el Sistema Titán, que se promociona como un modelo de IA de alta precisión, con el objetivo de mejorar la exactitud de los objetivos que se van a bombardear. Supuestamente, busca reducir los daños colaterales, pero la carnicería de Gaza indica que no es muy cierta tal pretensión y que, por el contrario, se ha incrementado el número de civiles asesinados[20].

Los estrechos vínculos entre Israel y las grandes empresas tecnológicas se alimentan mutuamente, puesto que el Estado sionista aplica las innovaciones directamente sobre el terreno para probar su eficacia represiva y luego las empresas se encargan de promocionarlas en el mercado mundial, a partir de la experiencia directa de Israel en los territorios palestinos.

Existe en términos de aplicación de sofisticada tecnología una coincidencia entre el genocidio nazi y el del sionismo. En tiempos de Hitler era evidente y directa la participación de grandes empresarios capitalistas que contribuían a mantener la maquinaria de guerra mediante sus cadenas de producción industriales, entre las que sobresalía la producción de gases venenosos, como el Zyklon B, junto con la participación consciente de investigadores y científicos en la gestión del genocidio. Hoy, existe una confluencia directa entre Israel, el estado genocida, los capitalistas de la informática e investigadores y científicos involucrados en la producción de alta tecnología, entre la cual sobresale la Inteligencia Artificial que, de acuerdo con la práctica asesina de Israel, debería denominarse Brutalidad Real.

NOTAS


[1]. Ver: Daniel R. Headrick, El poder del imperio. La tecnología y el imperialismo, de 1400 a la actualidad, Crítica, Barcelona, 2011, pp. 95 y ss.

[2].  Citado en Andreas Malm & Zetkin Collective, Piel blanca, combustible negro. Los peligros del fascismo fósil, Capitán Swing, Madrid, 2024, p. 416.

[3]Political Register, Vol. VIII, 1841, Citado en A. Malm, op. cit., p. 416.

[4]The Observer, noviembre 18 de 1842, citado en A. Malm, op. cit., p. 417.

[5]Mechanics’ Magazine, diciembre 16 de 1837, citado en A. Malm, op. cit., pp. 417-418.

[6].  Citado en Malm, op. cit., p. 428.

[7]. Edward Ross, “The causes of Race Superiority”, Annals of The American Academy of Political and Social Science,18, 1901, pp. 71-74 y 75, citado en A. Malm, opcit., p. 432.

[8].  A. Malm, op. cit., p. 425.

[9]. Citado en D. R. Headrick, op. cit., pp. 209-210.

[10]. Todas las citas de este parágrafo son tomadas de Daniel Headrick, El poder y el imperio. La tecnología y el imperialismo de 1400 a la actualidad, Crítica, Barcelona, 2011, pp. 279, 280, 291,293, 294, 304 y 305.

[11].  “Algunas implicaciones sociales de la tecnología moderna”, en H. Marcuse, Guerra, tecnología y fascismo. Textos inéditos, Universidad de Antioquia, Medellín, 2001, p. 54.

[12]. Chris Bambery, Historia marxista de la Segunda Guerra Mundial, Pasado & Presente, Barcelona, 2015, p. 216.

[13]. Douglas M. O’Reagan, La tecnología arrebatada a los nazis. La explotación de la ciencia alemana tras la Segunda Guerra Mundial, Editorial Pinolia, Madrid, 2023.

[14]. Amnistía Internacional, Detengan el apartheid automatizado en Palestina. Disponible en: https://www.amnesty.org/es/petition/stop-the-automated-apartheid-in-palestine/; Antony Loewenstein, El Laboratorio palestino. Cómo Israel exporta al mundo la tecnología de la ocupación, Capitán Swing, Madrid, 2024, pp.163 y ss.

[15]. A, Loewenstein, op. cit., pp. 94 y ss.; Víctor López, Israel usa la inteligencia artificial como arma para afianzar el «apartheid» en Gaza, abril 29 de 2024. Disponible en: https://www.publico.es/internacional/israel-inteligencia-artificial-arma-afianzar-apartheid-gaza.html

[16]. Yuval Abraham, ‘Lavender’: la máquina de IA que dirige los bombardeos de Israel en Gaza, abril 10 de 2024, Disponible en: https://ctxt.es/es/20240401/Politica/46151/Yuval-Abraham-972magazine-Local-Call-Lavender-maquina-IA-dirige-bombardeos-Israel-Gaza.ht

[17]. Harry Davies et al., ‘El Evangelio’: cómo utiliza Israel la inteligencia artificial para seleccionar objetivos en Gaza. Disponible en: https://www.eldiario.es/internacional/theguardian/evangelio-utiliza-israel-inteligencia-artificial-seleccionar-objetivos-gaza_1_10740704.html

[18].  Pablo Dávalos, Lavender, Wannsee y la banalidad del mal, Rebelión, abril 23 de 2024. Disponible en: https://rebelion.org/lavender-wannsee-y-la-banalidad-del-mal/

[19]. Anis Raiss, «Cadenas digitales de muerte»: el lado oscuro de la tecnología en la guerra, Junio 12 de 2024. Disponible en: https://misionverdad.com/traducciones/cadenas-digitales-de-muerte-el-lado-oscuro-de-la-tecnologia-en-la-guerra

 

Fuente: rebelion.org

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